MADRID, jueves, 27 julio 2006 (ZENIT.org).- «Somos conscientes de que la Asamblea Plenaria que estamos clausurando tiene un significado especial», dijo Loreto Ballester, directora de la Asociación, en el mensaje final del acto de clausura de la Asamblea Plenaria de la Institución Teresiana, que se celebró del 15 al 24 de julio en Los Negrales, cerca de Madrid, España.
«Supone –añadió Ballester- la realización de algunos sueños: el sueño constante de san Pedro Poveda de una Institución que se siente feliz, porque se mira no a sí misma y a sus fuerzas, sino que se sabe instrumento, regalada con la llamada y con un encargo para nuestro tiempo».
«Una institución que quiere acoger el tiempo presente en su complejidad, en sus múltiples dimensiones –subrayó la directora general–. Una Institución que quiere que la humanidad viva, porque sabe que este es el sueño de Dios. Una Institución que busca la profundidad de vida de quien mira los fenómenos humanos, sobre todo aquellos que esclavizan, que no dejan desarrollar las potencialidades de las personas. Una Institución que sabe que su fuerza y su firmeza está en descansar en Cristo, su vida en participar de la de Cristo. Que recibe su misión de la Iglesia y quiere ser Iglesia en el corazón del mundo».
Esta Asamblea Plenaria en la que han participado 122 hombres y mujeres de las distintas asociaciones de la Institución Teresiana, de treinta países de cuatro continentes, ha aprobado con un gran consenso un programa de acción, con varias líneas de misión.
La primera línea de misión, «Un nuevo modo de vivir y compartir el Evangelio en nuestras sociedades: como los primeros cristianos», se concreta en tres objetivos: «Comprometernos a que nuestras comunidades sean testigos del evangelio e irradien el carisma. Comunidades contemplativas que impulsen a sus miembros a anunciar la fe con las palabras y la vida, capaces de decir ‘ven y verás’«; «Revisar, desde la espiritualidad de Encarnación, nuestra manera institucional de estar en la sociedad y en la Iglesia como laicos asociados, para que nuestra actuación, posturas y pronunciamientos transparenten nuestro ser creyente y el compromiso en la construcción del Reino»; «Acoger la oportunidad del diálogo intercultural e interreligioso como un nuevo modo de ser cristianos hoy en nuestro mundo plural y cambiante».
La segunda línea de misión, «Creer en la potencialidad del carisma y desplegar su amplitud para realizar la misión, atentos a los signos de los tiempos», se explicita en tres objetivos: «Implicarnos personal y comunitariamente en el desarrollo y consolidación de la Institución Teresiana en su unidad, diversidad e internacionalidad, con un impulso corresponsable en proponer, comunicar y compartir la vocación teresiana»; «Implicar a los jóvenes en los proyectos de misión, acogiendo sus distintas situaciones y necesidades para que sean sujetos activos de su desarrollo y compromiso»; «Profundizar en las cuestiones familiares candentes, acoger y acompañar las distintas situaciones que se presenten en nuestros ámbitos de vida y misión e implicar más a las familias de los miembros en nuestra dinámica».
Por último, la tercera línea de misión, «Desarrollar el enfoque socioeducativo de carisma como clave de transformación social», se concreta en dos objetivos: «Profundizar y hacer operativo el enfoque socieducativo en nuestras distintas presencias, proyectos y acciones»; y «promover un amplio movimiento pedagógico en torno al enfoque socioeducativo de nuestra misión».
Los asambleístas recibieron un mensaje de la Secretaría de Estado vaticana, en el que «Su Santidad Benedicto XVI saluda cordialmente a los miembros de la Institución Teresiana, a los colaboradores y representantes de las diversas asociaciones y movimientos, reunidos en la Asamblea Plenaria, así como los que participarán después en la Asamblea General que tiene lugar en el centro de espiritualidad de Los Negrales». El Papa en el mensaje a los asambleístas les «exhorta a promover una intensa vida de fe y de oración, soporte de los que quieren ser testigos en el mundo» y les imparte su Bendición Apostólica.