ROMA, 12 abril 2002 (ZENIT.org).- Uno de los fenómenos más misteriosos de la vida del Padre Pío de Pietrelcina fueron sin duda los estigmas, las heridas en las manos, en los pies, en el costado, que sufrió Cristo en la pasión. Ahora uno de los máximos expertos científicos en la materia ha ofrecido una interesante aclaración.
El doctor Nicola Silvestri, subdirector sanitario de la casa «Alivio del sufrimiento» («Sollievo della Sofferenza»), el hospital que fundó el fraile capuchino en San Giovanni Rotondo, afrontó el argumento en una conferencia en el Congreso internacional «Padre Pío, el hombre, el cristiano, el santo», que se celebró en el Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum» de Roma del 9 al 10 de abril de 2002.
La canonización de Francesco Forgione (1887-1968), éste era el nombre de bautismo del padre Pío, tendrá lugar en Roma el 16 de junio.
Al intervenir en el Congreso, el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, explicó que la esencia de la santidad de este hombre es «la realidad de la cruz».
El padre Pío escribió, recordó el purpurado: «Cuanto más quiere Jesús elevar un alma a la perfección, tanto más le aumenta la cruz de la tribulación».
Y uno de los sufrimientos físicos más grandes experimentados por el fraile fue precisamente el de los estigmas.
«Desde el punto de vista médico –precisó el doctor Silvestri en su conferencia–, los estigmas no pueden considerarse como heridas o llagas, pues no tienden a cicatrizar ni siquiera cuando son curadas. No sufren procesos de infección ni de descomposición, no degeneran en necrosis, no emiten mal olor, sangran y permanecen estacionarias e inalteradas durante años, contra toda ley de la naturaleza».
El subdirector del Hospital fundado por el padre Pío subrayó que «los estigmas son la reproducción exacta, incluso por lo que se refiere al lugar, de las llagas de Jesús, según los estudios de la Sábana Santa».
«Además –explicó– no se manifiestan, y este detalle es importante para rebatir la teoría de quienes las consideran como un producto de la sugestión, en el lugar de las llagas del Crucifijo ante el que el individuo reza. En efecto, hasta el siglo XVII, los crucifijos tenía la llaga del costado a la derecha, mientras que los estigmas se producían en el costado izquierdo».
El científico explicó que «sobre estos fenómenos, la Iglesia es justamente severa y sólo tras rigurosos estudios y controles de médicos y teólogos, se ha pronunciado en un número bastante limitado de casos».
Para reconocerlos como válidos, siguió diciendo, la Iglesia exige ciertas condiciones que deben caracterizar a este fenómeno: deben aparecer todos al mismo tiempo; deben provocar una importante modificación de los tejidos; deben mantenerse inalterados a pesar de las terapias médicas; deben producir hemorragias; deben carecer de infecciones o supuración y de cicatrización instantánea y perfecta.
Hay al menos unos ochenta santos y beatos cuyos estigmas han sido válidamente documentados, reveló el médico. La Iglesia reconoce el fenómeno pero no propone creer con sentencia dogmática o doctrinal en ellos.
El doctor Silvestri ha explicado que existen también casos de falsos estigmas. Sobre todo entre personas víctimas de histeria que se provocan ellas mismas las heridas.
Sobre la naturaleza de los estigmas, el doctor Silvestri indicó que «son múltiples las teorías propuestas por escuelas diversas que intentan negar el carácter sobrenatural de los estigmas».
«Ninguna de estas hipótesis sin embargo resiste la crítica objetiva y rigurosamente científica –reconoció–. Ni la medicina ni la psicología, y ni siquiera los positivistas intransigentes, como Jean-Baptiste Dumas han podido negar la realidad del fenómeno».
«Si los estigmas dependieran de fuerzas naturales –explicó el doctor Silvestri–, habrían aparecido en todos los tiempos y se debería encontrar la descripción en la literatura médica, mientras que hasta el siglo XII, cuando aparecieron en el cuerpo de san Francisco, no se había hablado de estigmas».
«Los verdaderos estigmas hasta ahora estudiados se presentan por sus características internas y externas fuera de todas las leyes que regulan la fisiopatología y hay que considerarlos como fenómenos de tipo sobrenatural», concluyó.