CIUDAD DEL VATICANO, 23 abril 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pronunciado un importante y serio discurso este martes ante los cardenales y obispos de Estados Unidos y de la Curia romana, reunidos en la Sala Bolonia del Palacio Apostólico Vaticano, para afrontar la respuesta de la Iglesia de ese país a los escándalos protagonizados por algunos sacerdotes.
El pontífice expresó a los cardenales y prelados estadounidenses su aprecio por el esfuerzo que están realizando para mantenerle informado sobre “la compleja y difícil situación que ha surgido en vuestro país en los meses recientes” así como su confianza en que “estas discusiones den mucho fruto para el bien de los católicos de Estados Unidos”.
Recordó el Santo Padre que han venido “a la casa del sucesor de Pedro”, cuya puerta está siempre abierta, en particular, “cuando vuestras comunidades se encuentran en el dolor”.
El Papa confesó su profunda pena “por el hecho de que sacerdotes y religiosos, cuya vocación es la de ayudar a la gente a vivir la santidad según Dios, han provocado ellos mismos estos sufrimientos y escándalos a jóvenes”.
Lamentó que a causa de este grave daño, “la Iglesia misma sea vista con desconfianza, y muchos se han ofendido por la manera en que han percibido la acción los líderes de la Iglesia en esta materia”.
El tipo de abuso que ha causado esta crisis, indica Juan Pablo II, “es en todos los sentidos equivocado y justamente considerado como un crimen por la sociedad; es también un espantoso pecado a los ojos de Dios” y por ello expresa “a las víctimas y a sus familias” su “profundo sentimiento de solidaridad y preocupación”.
Reconoce que por “falta de conocimiento de la naturaleza del problema y el consejo de expertos clínicos” los obispos en ocasiones tomaron “decisiones que se han demostrado erróneas” aunque ahora están trabajando “para establecer criterios más fidedignos para asegurar que este tipo de errores no se repitan”.
El Pontífice subraya “el inmenso bien espiritual, humano y social que la gran mayoría de los sacerdotes y religiosos en Estados Unidos han hecho y siguen haciendo”. “Una gran obra de arte ha sido manchada, pero conserva su belleza”, añade, y expresa su gratitud a la labor de “sus pastores y miembros, a religiosos y religiosas, a los profesores de las universidades y escuelas católicas, a los misioneros estadounidenses en todas las partes del mundo”.
Para el Papa, lo acontecido “es un grave síntoma de una crisis que está afectando no sólo a la Iglesia, sino a la sociedad en su conjunto”, “una profunda crisis de moralidad sexual, incluso de las relaciones humanas” en la que “sus primeras víctimas son la familia y los jóvenes”.
“La gente necesita saber –ha subrayado con fuerza Juan Pablo II- que no hay lugar en el sacerdocio y en la vida religiosa para quienes dañan a los jóvenes”.
Y expresa su confianza en que “este tiempo de prueba traerá una purificación de toda la comunidad católica”.
Juan Pablo II concluye su discurso pidiendo “al Señor que les dé a los obispos de Estados Unidos la fuerza para construir la respuesta a la crisis actual sobre sólidos cimientos de fe y sobre una genuina caridad pastoral hacia las víctimas, al igual que a los sacerdotes y a toda la comunidad católica en vuestro país”. Y pidiendo “a los católicos que estén cerca de sus sacerdotes y obispos, y que les apoyen con sus oraciones en estos momentos difíciles”.
En la apertura de los trabajos, el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado vaticano y presidente de la reunión dirigió unas palabras a los asistentes indicando que “es un momento doloroso para la Iglesia y para todos nosotros” aunque “la alegría de la Pascua debe ser la disposición de nuestro corazón y la fuente de nuestra confianza al afrontar las presentes dificultades”.
“Nuestra tarea –concluyó el cardenal Sodano- es reflexionar sobre los problemas del momento presente con gran apertura de espíritu, sabiendo que la Iglesia debe ser transparente”.
ZS02042311