El papa Francisco, siguiendo los pasos de sus predecesores –Benedicto XVI y Juan Pablo II– ha visitado esta tarde la Sinagoga de Roma, cumpliendo así un nuevo gesto de fraternidad y unidad entre ambas religiones.
Así, el Santo Padre ha recordado hoy que el pueblo judío, en su historia, ha tenido que experimentar la violencia y la persecución, hasta el exterminio de los judíos europeos durante la Shoah. Por eso, ha dedicado unas palabras a todas las víctimas de “la más deshumana barbarie”, recordando “sus sufrimientos, sus angustias, sus lágrimas que no deben ser nunca olvidadas”. En esta línea, el Papa ha observado que el pasado nos debe servir como lección para el presente y para el futuro. La Shoah –ha añadido– nos enseña que es necesaria siempre la máxima vigilancia, para poder intervenir tempestivamente en defensa de la dignidad humana y de la paz.
El Santo Padre ha entrado en el Templo mayor acompañado del rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni. Dentro, les esperaban la comunidad romana y representantes de varias comunidades judías de Europa. El Pontífice ha iniciado su discurso dando las gracias en hebreo: Todà rabbà! Asimismo ha expresado su “saludo fraterno de paz de esta Iglesia y de toda la Iglesia católica”.
Francisco ha contado que ya en Buenos Aires tenía costumbre de ir a las sinagogas y reunirse con las comunidades judías. En el diálogo interreligioso –ha explicado– es fundamental que nos encontremos como hermanos y hermanas delante de nuestro Creador y le alabemos, que nos respetemos y apreciemos unos a otros y busquemos colaborar. Por eso ha asegurado que en el diálogo judeo-cristiano hay una unión única y peculiar, en virtud de las raíces judías del cristianismo.
Recordando la expresión que utilizó Juan Pablo II en este mismo lugar en 1986, refiriéndose a los judíos como “hermanos mayores”, el papa Francisco ha recordado que “todos nosotros pertenecemos a una única familia, la familia de Dios, quien nos acompaña y protege como su pueblo”.
Por otro lado, el Santo Padre ha precisado que judíos y católicos “estamos llamados a asumir nuestras responsabilidades por esta ciudad, aportando nuestra contribución, sobre todo espiritual, y favoreciendo la resolución de los distintos problemas actuales”.
También ha hecho referencia al 50 aniversario de la Declaración Nostra aetate del Concilio Vaticano II, que hizo posible el diálogo sistemático entre la Iglesia católica y el judaísmo. A propósito, ha asegurado que la dimensión teológica del diálogo judeo-cristiano merece ser cada vez más profundizada, y ha animado a todos aquellos “que están comprometidos en este diálogo para continuar en esta línea, con discernimiento y perseverancia”. Asimismo, el Santo Padre ha observado que los cristianos, para comprenderse a sí mismos, no pueden no hacer referencia a las raíces judías.
Dejando las cuestiones puramente teológicas y reflexionando sobre los grandes desafíos del mundo, el Pontífice ha señalado que “conflictos, guerras, violencia e injusticias abren heridas profundas en la humanidad” y “nos llaman a reforzar el compromiso por la paz y la justicia”. Y ha afirmado que “la violencia del hombre sobre el hombre está en contradicción con toda religión digna de este nombre, y en particular con las tres grandes religiones monoteístas”.
Asimismo ha precisado que “ni la violencia ni la muerte tendrán nunca la última palabra delante de Dios, que es el Dios del amor y de la vida”. Y debemos rezarle con insistencia –ha añadido– para que nos ayude a practicar en Europa, en Tierra Santa, en Oriente Medio, en África y en cualquier parte del mundo la lógica de la paz, de la reconciliación, del perdón, de la vida.
Para finalizar su discurso, el Santo Padre se ha dirigido a los “queridos hermanos mayores” para recordarles que “debemos realmente estar agradecidos por todo lo que ha sido posible realizar en los últimos cincuenta años, porque entre nosotros han crecido y se han profundizado la comprensión recíproca, la mutua confianza y la amistad”.
A su llegada, Francisco ha sido recibido por la presidenta de la comunidad judía romana, Ruth Dureghello, el presidente de la Unión de las Comunidades judías italianas, Renzo Gattegna, y por el presidente de la Fundación Museo de la Shoah, Mario Venezia. El Santo Padre ha depositado unas flores en las lápidas que recuerdan la deportación de los judíos romanos en 1943 y se ha detenido también frente a la efigie en recuerdo de Stefano Gai Taché, el niño asesinado en el atentado terroristas de 1982. También ahí ha dejado unas flores y ha saludado a la familia de Taché y a los heridos en el atentado.
Antes del discurso del Papa, también se han dirigido a los presentes, Ruth Dureghello, Renzo Gattegna y finalmente Riccardo Di Segni. Ruth Dureghello, en su discurso ha subrayado que todos debemos decir al terrorismo que se pare. “No solo al terrorismo de Madrid, de Londres, de Bruselas y de París, sino también al que golpea casi todos los días a Israel”, ha observado. Asimismo ha manifestado su esperanza de que el mensaje de paz, llegue a tantos musulmanes que comparten con nosotros la responsabilidad de mejorar el mundo en el que vivimos. “Juntos podemos hacerlo”, ha asegurado.
Por su parte, Gattegna, reflexionando sobre los progresos realizados en el diálogo, ha advertido que este panorama positivo “no debe llevar a nadie a interrumpir el trabajo para nuevos progresos”. En particular, ha observado que es necesario realizar una estrategia común que consienta una amplia difusión, ante toda la población, del conocimiento de los grandes trabajos realizados y de la consolidación de los sentimientos de amistad y fraternidad.
Finalmente, el rabino Di Segni ha manifestado el deseo de todos de que llegue un momento no lejano en la historia en el que se resuelvan las divisiones. En el que cada uno tiene su visión, pero al mismo tiempo, cada uno permaneciendo fiel a la propia tradición, encuentre una forma de respetarse el uno al otro.
CTV
El Papa en la sinagoga: 'Pertenecemos a una única familia'
Francisco es el tercer Pontífice que visita el Templo Mayor de Roma