Era el 27 de enero de 1945 cuando el Ejército Rojo entraba en el campo de concentración nazi de Auschwitz y liberaba a los prisioneros supervivientes. Fue así como el mundo descubrió el horror del holocausto. Horror que aún hoy conmueve a millones de personas, generación tras generación, y que resurge en todo su dolor en la Jornada de la Memoria que se celebra hoy. Una jornada instituida precisamente para no olvidar este capítulo oscuro de la historia universal y para evitar que la conciencia colectiva puede dejarse nuevamente “seducir y oscurecer”, como escribía Primo Levi, haciendo que el drama se repita.
Una memoria que para el pueblo judío, lamentablemente, se celebra 365 días al año, como explica a ZENIT Sandro Di Castro, presidente de Benè Berith. Una organización humanitaria, fundada en Nueva York en 1843 y hoy difundida en 60 países, que, inspirada en los principios de justicia, solidaridad e igualdad, lucha por los derechos y la dignidad de los hombres y de las mujeres, y para contribuir a la creación de un mundo mejor. De los proyectos de la asociación, dirigidos a solidificar el “triálogo” entre las tres grandes religiones, Di Castro habla en la entrevista que publicamos a continuación.
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Hoy se celebra la Jornada de la Memoria, ¿con qué sentimientos vive la comunidad judía de Roma este aniversario?
— Di Castro: Son sentimientos un poco variables. La comunidad judía, lamentable afortunadamente, vive 365 días al año una ‘Jornada de la memoria’ porque no hay una familia que no tenga un pariente víctima de la Shoah. Las tesis negacionistas que surgen en estos días empujan a los judías a estar en primera línea para afrontar esta ‘batalla’ del recuerdo, también por una obligación moral con quien ya no está.
En su opinión, ¿las celebraciones y los eventos que se realizan en este día hacen justicia a lo sucedido hace ya 70 años?
— Di Castro: Hay seguramente notas positivas en esta Jornada de la Memoria pero también elementos negativos. En el sentido de que, para algunas personas, esta Jornada es un poco un quitarse responsabilidad, del tipo ‘hemos pensado una vez al año, ahora es suficiente’. Este es el riesgo de la repetitividad del evento. Por otro lado, hay muchas escuelas, muchos educadores que se unen a iniciativas bonitas: programas, proyectos, encuentros, cursos de actualización no vinculados solo al 27 de enero, o viajes para mostrar a las nuevas generaciones los horrores del pasado. De todos modos, reconozco que todavía hay lagunas.
¿Es decir?
— Di Castro: Por ejemplo, en Italia creo que no nunca se han hecho realmente cuentas con la cuestión de la colaboración los nazis. No olvidemos que casi el 50 por ciento de los judíos deportados de Italia fueron arrestados a causa de las acusaciones de italianos. Vecinos de tienda con los que, hasta hacía poco tiempo, tomaban el café y que, después de las Leyes raciales, no te miraban ni siquiera a la cara. Pero después, la gente hizo un cambio de bandera repentino sin pensarlo mucho. Esto explica bien el hecho que, al contrario de lo sucedido en Francia o en Alemania, no se hizo un examen de conciencia colectivo en los italianos colaboracionistas.
También hubo muchas personas, italianos, que arriesgaron la vida para salvar a judíos.
— Di Castro: Sí, es verdad. Y a todos ellos se les dio la medalla de reconocimiento de los Justos. Pero al mismo tiempo hubo muchos que por 5 mil liras vendieron a un amigo o al vecino judíos denunciándolos a los nazis.
¿Todavía hay una especie de resentimiento?
— Di Castro: Resentimiento no creo que sea la palabra. Pondría la discusión en el plano del recuerdo: algo que no se olvida. Es posible que pueda volver a suceder algo similar o incluso peor. El hombre puede fácilmente recaer en la tentación de una limpieza étnica; basta pensar en lo sucedido en ex-Yugoslavia o lo que sucede ahora en Oriente Medio y África con cristianos perseguidos que son verdaderos mártires por los que sería necesario encender alguna luz y quizá hacerse escuchar más, en vez de las intervenciones ‘tímidas’ que vemos ahora…
No es por tanto un resentimiento, sino más bien una vigilancia, una atención sobre ciertos fenómenos para recordar que esto efectivamente sucedió.
También el Papa, en su reciente visita a la Sinagoga, dijo que la Shoah “nos enseñan que es necesaria siempre máxima vigilancia, para poder intervenir rápidamente en defensa de la dignidad humana y de la paz”. ¿Qué impresión tuvo de la visita y de las palabras del Papa?
— Di Castro: Yo he asistido a las tres visitas de los Pontífices a la Sinagoga de Roma. En la primera, histórica, de Juan Pablo II tenía 24 años… He estudiado atentamente los tres discursos; que es un poco la ‘deformación’ del pueblo judíos: estudiar los textos y analizar las palabras. Desde el punto de vista mediático, han sido tres eventos fundamentales porque las palabras expresadas han sido muy importantes. Pensamos a las de papa Francisco: “Un católico no puede ser antisemita”. Una declaración fundamental, porque en un momento como el actual en el que estamos asistiendo a masacres realizadas en nombre de la religión, el jefe de una de las religiones más importantes diga que no se puede matar en nombre de Dios me parece que sea un mensaje de gran importancia.
A la luz de la contribución ofrecida precisamente por los tres últimos Papa para el diálogo judeo-católico, ¿cómo juzga el actual compromiso de la Santa Sede, teniendo en cuenta también las publicaciones más recientes?
— Di Castro: Creo que los pasos adelante hechos en estos últimos años son extraordinarios. Es necesario continuar con este diálogo ya iniciado y siempre abierto. Ciertamente, siempre está el discurso de las divergencias teológicas… Pero sabemos que el recorrido entre el mundo judíos y católico, iniciado con la Nostra Aetate, está yendo adelante, con la conciencia de que cada uno permanecerá con la propia identidad. Por tanto se dialoga, nos sentamos en la misma mesa y se afrontan los grandes temas, con la conciencia de que hay puntos sobre los que probablemente no se podrá convergir nunca.
Usted es presidente de la organización Benè Berith que tiene entre los objetivos, que persigue desde hace decenios, el de un diálogo sereno entre las religiones. ¿Nos explica un poco más?
— Di Castro: La organización tiene actualmente sede en más de 60 países del mundo y está muy comprometida con el diálogo. También en años donde habían surgido algunas tensiones –tanto que incluso se habían suspendido encuentros, celebraciones– la asociación siempre ha preferido afrontar los problemas juntos para tratar de resolverlos juntos, como se hace con una familia. Estos gracias también a la Comunidad de San Egidio, siempre cercana a nosotros.
Además de con los católicos, ¿trabajan también por las relaciones con el Islam?
— Di Castro: Sí, estamos también muy comprometidos con el mundo islámico moderado. Creemos realmente en esta ‘aventura’ del diálogo. Creemos que es fundamental ponernos el uno delante del otro, como en una familia: si hay problemas, dificultades, cuestiones espinosas, es bueno ponerlas sobre la mesa porque si uno las escucha, probablemente las resuelve. Sin embargo, si se dejan escondidas, después surgen muchas incomprensiones que quizá no eran ni siquiera las intenciones iniciales.
La puerta de entrada de Auschwitz (Wikipedia)
Shoah: “Para los judíos cada día es una ‘Jornada de la memoria’”
Sandro Di Castro, presidente de la organización Benè Berith, recuerda los horrores del pasado y las lagunas presentes, pero mira al futuro con la esperanza de un “triálogo” entre las tres religiones