CIUDAD DE GUATEMALA, 30 julio 2002 (ZENIT.org).- El presidente de Guatemala y otros siete mandatarios de países americanos dieron la bienvenida a Juan Pablo II este lunes al llegar a Guatemala, tras haber concluido las Jornadas Mundiales de la Juventud de Toronto.
La ceremonia tuvo lugar en el área de la Fuerza Aérea Guatemalteca del aeropuerto, en presencia de las autoridades políticas y civiles, de los obispos de Guatemala, y de los mandatarios de otros seis países de América Central.
Se trataba del primer ministro de Belice Said Musa; de los presidentes de El Salvador, Francisco Flores Pérez; Honduras, Ricardo Maduro Joest; Nicaragua, Enrique Bolaños Geyer; Costa Rica, Abel Pacheco; Panamá, Mireya Moscoso Rodríguez.
Se encontraba presente, además, el presidente de la República Dominicana, Rafael Hipólito Mejía Domínguez.
Tras haber escuchado las palabras de bienvenida del presidente guatemalteco, Alfonso Antonio Portillo Cabrera, el Papa pronunció este discurso.
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Señor Presidente,
Queridos Hermanos en el Episcopado,
Excelentísimas Autoridades,
Miembros del Cuerpo Diplomático,
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Ante todo quiero expresar mi gran alegría al venir por tercera vez como peregrino de amor y de esperanza a esta querida tierra guatemalteca. Doy gracias a Dios por haberme permitido volver aquí para celebrar la canonización de un personaje tan querido y admirado por vosotros, el Hermano Pedro de San José de Betancurt, hijo de la isla canaria de Tenerife, el cual, impulsado por un gran espíritu misionero, vino a Guatemala, entregándose al servicio de los pobres y necesitados.
2. Me complace saludar, en primer lugar, al Presidente de la República, Excelentísimo Señor Alfonso Antonio Portillo Cabrera, al cual manifiesto mi más viva gratitud por las amables palabras que ha tenido a bien dirigirme dándome la cordial bienvenida. Aprecio mucho la presencia de los Presidentes de las otras Repúblicas hermanas de Centroamérica, de la República Dominicana y del Primer Ministro de Belice. Mi agradecimiento se hace extensivo al Gobierno de la Nación, a las demás Autoridades y al Cuerpo Diplomático, por su grata presencia en este acto y por su preciosa colaboración en los preparativos de mi Visita.
Saludo entrañablemente a mis Hermanos en el Episcopado, en particular al Señor Arzobispo de Guatemala y Presidente de la Conferencia Episcopal, así como a los demás Arzobispos y Obispos. Mi saludo fraterno se extiende también con gran afecto a los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, catequistas y fieles, a todos los guatemaltecos, dirigiéndome con afecto a las poblaciones indígenas, y también a las personas venidas de otros Países latinoamericanos y de España.
3. Mañana tendré la dicha de proclamar Santo al Hermano Pedro de Betancurt, que fue expresión del amor de Dios a su pueblo. Esta celebración ha de ser un verdadero momento de gracia y renovación para Guatemala. En efecto, el ejemplo de su vida y la elocuencia de su mensaje son un valioso aporte a la construcción de la sociedad que se abre ahora a los desafíos del tercer milenio. Deseo fervientemente que el noble pueblo guatemalteco, sediento de Dios y de los valores espirituales, ansioso de paz y reconciliación, tanto en su seno como con los pueblos vecinos y hermanos, de solidaridad y justicia pueda vivir y disfrutar de la dignidad que le corresponde.
4. Encomendándome a la protección del Santo Cristo de Esquipulas, y sintiéndome muy unido a los amados hijos de toda Guatemala, inicio este Viaje Apostólico, mientras de corazón os bendigo a todos, de modo particular a los pobres, a los indígenas y campesinos, a los enfermos y a los marginados, y muy especialmente a cuantos sufren en el cuerpo o en el espíritu. A todos mi saludo cordial.
¡Alabado sea Jesucristo!