El Papa llega a Ariccia

El Papa llega a Ariccia, para los ejercicios espirituales de 2016. (Foto copyright Osservatore Romano)

'María recuerda que la fe o es alegre confianza o no es'

En la última meditación de los ejercicios espirituales del Papa y la Curia, el predicador asegura que cuando Dios se acerca ‘trae una promesa de felicidad’

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(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Dios está siempre cerca del hombre, de una proximidad “doméstica”, junto a sus necesidades cotidianas. Esta es la experiencia de María en sus 30 años en Nazaret, “sin clamores” ni “visiones”. Así lo ha recordado el padre Ermes Ronchi, en la última meditación este viernes por la mañana, en los ejercicios espirituales del papa Francisco y la Curia Romana, que han tenido lugar en Ariccia desde el pasado domingo hasta hoy. Esta última predicación se ha centrado en la pasaje evangélico de la Anunciación.
“Un día cualquiera, en un lugar cualquiera, una joven mujer cualquiera”. La escena de un evento “colosal”, el ángel que visita a María en Nazaret, sucede en un contexto de absoluta normalidad. Porque “la sencillez es la cifra de Dios”.
El predicador indicó que “el primer anuncio de gracia del Evangelio se entrega en la normalidad de una casa”, es decir, el lugar donde todos somos uno mismo. Es allí donde “Dios te toca”.
Y recordó que miramos a María precisamente “para tratar de reparar la ruptura más dramática de nuestra fe”: el “Dios de la religión” que “se ha separado del Dios de la vida”. La mujer de Nazaret –prosiguió el padre Ronchi– como mujer de casa, nos lanza un desafío enorme: pasar de una espiritualidad que se funda en la lógica de lo extraordinario a una mística de la cotidiano.
Y en “este cotidiano” el sentimiento prevalente es “la alegría”. Lo son las primeras palabras de la Anunciación, “alégrate”. Porque cuando Dios se acerca “trae una promesa de felicidad”.
El predicador recordó que “a nosotros, que estamos envueltos por gravedad y pesadez, envueltos también de responsabilidad, María nos recuerda que la fe o es alegre confianza o no es”. María entra en escena como “una profecía de felicidad para nuestra vida, como una bendición de esperanza, consuelo, que baja a nuestro mal de vivir, a la soledad vivida, a la ternura negada, a la violencia que nos amenaza pero que no vencerá”. Y María entra en escena “como una mujer que cree en el amor”.
Tal y como recordó el padre Ronchi, según el evangelista Lucas la Anunciación se hace a María, según Mateo a José. “Pero si superponemos los dos Evangelios vemos con alegría que el anuncio se hace a la pareja, al esposo y a la esposa juntos, al justo y a la virgen enamorados”, observó.
Al respecto, añadió que Dios está trabajando en nuestras relaciones, habla dentro de las familias, dentro de nuestras casas, en el diálogo, en el drama, en la crisis, en las dudas, en los impulsos.
Dios –precisó– no roba espacio a la familia, no invade, no hiere, no sustrae, busca un sí plural, que se convierte en creativo porque es la suma de dos corazones, la suma de muchos sueños y muchísimo trabajo paciente.
María pregunta a Dios cómo podrá ser. “Tener perplejidad, hacer preguntas es una forma de estar delante del Señor con toda la dignidad humana”, precisó el predicador. “Acepto el misterio, pero al mismo tiempo uso toda mi inteligencia. Digo cuáles son mis caminos y después acepto camino más allá de mí”, reconoció el padre Ronchi.
Para concluir la última predicación de los ejercicios espirituales, aseveró que “sin el cuerpo de María el Evangelio pierde cuerpo. Y todos los cristianos “estamos llamados a ser madre de Dios, porque Dios siempre necesita venir al mundo”.
 

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Rocío Lancho García

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