(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- En la fiesta de los santos Pedro y Pablo el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio que da a la plaza de San Pedro, junto a los fieles y peregrinos allí reunidos.
Antes de la oración mariana el Papa dirigió las siguientes palabras
«Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Celebramos hoy la fiesta de los santos apóstoles Pedro y Pablo, alabando a Dios por su predicación y testimonio.
En la fe de estos dos apóstoles se funda la Iglesia de Roma, que desde siempre los venera como patrones. Si bien es toda la Iglesia universal que les mira con admiración, considerándolos dos columnas y dos grandes luces que brillan no solamente en el cielo de Roma, sino también en el corazón de los creyentes de Oriente y Occidente.
En la narración de la misión de los apóstoles, el Evangelio nos dice que Jesús los envió de dos en dos. En cierto sentido también Pedro y Pablo, desde Tierra Santa fueron enviados hasta Roma, para predicar el Evangelio. Eran dos hombres muy diversos el uno del otro: Pedro un humilde pescador, Pablo, maestro y doctor, como recita la liturgia del día de hoy.
Y si aquí en Roma conocemos a Jesús, y si la fe cristiana es parte viva y fundamental del patrimonio espiritual y de la cultura de este territorio, se lo debemos al coraje apostólico de estos dos hijos de Oriente Próximo.
Ellos, por amor de Cristo, dejaron su patria y sin poner atención a las dificultades del largo viaje y de los riesgos y desconfianzas que habrían encontrado, llegaron a Roma. Aquí se volvieron anunciadores y testimonios del Evangelio entre la gente, y sellaron con el martirio su misión de fe y caridad.
Pedro y Pablo hoy vuelven idealmente entre nosotros, recorren las calles de esta ciudad, llaman a la puerta de nuestras casas, pero sobre todo a nuestros corazones. Quieren traer nuevamente a Jesús, su amor misericordioso, su consolación, su paz. Tentemos tanta necesidad de esto.
Recibamos su mensaje, guardemos su testimonio como un tesoro. La fe sincera y sólida de Pedro, el corazón grande y universal de Pablo nos ayudarán a ser cristianos alegres, fieles al Evangelio y abiertos al encuentro con todos.
Durante la santa misa en la basílica de San Pedro, esta mañana he bendecido los palios de los arzobispos metropolitanos nombrados este último año, provenientes de diversos países.
Renuevo mi saludo y mi deseo a ellos, a sus familiares y a todos quienes les han acompañados en esta peregrinación. Y los animo a proseguir con alegría su misión al servicio del Evangelio, en comunión con toda la Iglesia y especialmente con la Sede de Pedro, como expresa justamente el símbolo del palio.
En la misma celebración he recibido con alegría y afecto a los miembros de la delegación que vino a Roma en nombre del patriarca ecuménico, el querido hermano Bartolomeo. También esta presencia es signo de las fraternas relaciones existentes entre nuestras Iglesias. Rezamos para que se refuercen cada vez más los vínculos de comunión y el testimonio común.
A la Virgen María, Salus Populi Romani, confiamos hoy el mundo entero y en particular esta ciudad de Roma, para que pueda encontrar siempre en los valores espirituales y morales de los cuales es rica, el fundamento de su vida social y de su misión en Italia, en Europa y en el mundo».
Francisco en el ángelus: custodiar como un tesoro el testimonio de los santos Pedro y Pablo
Los santos Pedro y Pablo aquí se volvieron anunciadores y testimonios del Evangelio y sellaron con el martirio su misión de fe y caridad.