Juan Pablo II: Sin Dios, la humanidad pierde su perspectiva de futuro

Intervención antes de rezar la oración mariana del «Angelus»

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención pronunciada por Juan Pablo II a mediodía de este domingo antes de rezar la oración mariana del «Angelus» junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro del Vaticano.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Comienza hoy, con el primer domingo de Adviento, el nuevo año litúrgico. El Dios de la Alianza se ha revelado en la historia, y en la historia de la Iglesia celebra su misterio de salvación: la encarnación, la pasión, la muerte y la resurrección del Señor Jesucristo. De este modo, el camino de los creyentes se renueva continuamente, entre lo «ya» realizado por Cristo y lo que «todavía» falta para su manifestación plena.

Dios es el futuro del hombre y del mundo. Si pierde el sentido de Dios, la humanidad se cierra al futuro y pierde inevitablemente la perspectiva de su peregrinación en el tiempo. ¿Por qué nacer? ¿Por qué morir? ¿Por qué sacrificarse? ¿Por qué sufrir?

A estos interrogantes el Cristianismo ofrece una respuesta satisfactoria. Por este motivo Cristo es la esperanza de la humanidad. Él es el auténtico sentido de nuestro presente, pues es nuestro futuro seguro.

2. Adviento nos recuerda que Él vino, y también que vendrá. Y la vida de los creyentes es una continua y vigilante espera de su venida. La invitación a vigilar y a esperar es subrayada hoy con insistencia por san Marcos que, a través del nuevo año litúrgico, nos guiará en el descubrimiento del misterio de Cristo.

En el pasaje de hoy, tomado del segundo de los grandes discursos de Jesús, el Evangelista pone de manifiesto el sentido último de la historia y de la misma creación y nos exhorta a hacer de toda nuestra existencia una incesante búsqueda de Dios. Del encuentro con Él y de la contemplación de su rostro surge ese vigor misionero que nos hace salir de la mediocridad cotidiana para ser valientes testigos suyos.

3. En este camino de conversión y de compromiso apostólico nos acompaña María, aurora luminosa y guía segura de nuestros pasos. Lo hace de manera especial invitándonos a contemplar los misterios gozosos del Rosario. Nos dirigimos a ella con confianza, mientras nos preparamos para celebrar el próximo domingo la solemne fiesta de su Inmaculada Concepción.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]

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ZENIT Staff

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