Vitral de la Santísima Trinidad

Vitral de la Santísima Trinidad (Wiki commons)

Solemnidad de la Santísima Trinidad

Comentario a la liturgia dominical

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Ciclo A – Textos: Ex 34, 4.6.8-9; 2Co 13, 11-13; Jn 3, 16-18

P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).

Idea principal: Adentrémonos de rodillas a contemplar este Misterio de la Santísima Trinidad.

Resumen del mensaje: Hoy la Iglesia celebra el misterio más elevado de la doctrina revelada, su misterio central. El enunciado del misterio es muy simple, como lo aprendimos en el Catecismo: La Santísima Trinidad es el mismo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Misterio insondable que nos lleva a tres actitudes: adorar, agradecer y amar. Sólo lo comprenderemos en el cielo. El misterio de la Trinidad viene a desafiar todas las religiones y filosofías humanas. Mientras esas religiones, sobre todo las más depuradas, como el hinduismo y las creencias orientales, conciben a Dios como un todo impersonal, rozando a veces en el panteísmo, el Cristianismo nos presenta a un Dios personal, capaz de conocer y amar a sus creaturas. Ninguna religión llegó a concebir que la divinidad amase realmente a los hombres.

Puntos de la idea principal:

En primer lugar nos preguntamos si este misterio, que sólo entenderemos en el cielo, nos servirá a nosotros aquí y ahora. Podríamos responder: realmente el misterio de la Santísima Trinidad no nos sirve para nada, porque Dios no sirve a nadie y a nada. Dios está para ser servido por nosotros y no para que nosotros nos sirvamos de Él. Tenemos que cuidarnos del criterio utilitarista tan propio de nuestra época, que juzga todo según sirva o no al capricho del hombre. Hay bienes que son deseables y amables por sí mismos, sin necesidad de estar buscándoles utilidades a nuestra medida. Los antiguos llamaban a estos bienes “honestos” porque se deseaban por sí mismos, sin buscar la utilidad o el deleite, que los convertiría en medios. ¡Te adoro, Dios Trinidad!

En segundo lugar, realmente deberíamos agradecer a Dios porque al ser un misterio inaccesible a nuestra mente, nos ha hecho el gran favor de humillarnos, de abajar nuestra inteligencia y nuestra cabeza, y colocarnos en nuestro verdadero lugar y de rodillas. Dios no es un objeto del cual podamos disponer a nuestro arbitrio, sino que es nuestro Señor y Creador, al que tenemos que adorar y ante el cual debemos doblegar nuestras rodillas. Contra la soberbia del hombre moderno, que cree poder conocer y dominar todas las cosas, aún las mas sagradas, como el alma y la vida humana, se alza el misterio insondable de la Una e indivisa Trinidad que la Iglesia proclama hoy, como hace dos mil años. ¡Te agradezco, Dios Trinidad!

Finalmente, la revelación de este misterio es otra muestra más del infinito amor de Dios hacia los hombres. Él no se contenta con amarnos, sino que goza en nuestro amor por Él, y como nadie puede amar lo que no conoce, para excitar más nuestro amor por Él quiso mostrarnos los secretos de su vida íntima. Porque eso es en definitiva lo que Dios nos revela en este misterio, nada más y nada menos que su intimidad. De este modo, sabemos que Dios no es un solitario encerrado en su inalcanzable grandeza, sino que en Él hay un dinamismo vital de conocimiento y amor. Dios Padre, desde toda la eternidad, engendra al conocerse una Persona, su Imagen plena, el Hijo de Dios. Y el amor entre la primera y segunda Persona, entre el Padre y el Hijo, es tan profundo, por ser divino, que de él brota una tercera Persona, el Espíritu Santo. ¡Te amo, Dios Trinidad!

Para reflexionar: Piensa en esta frase de san Pablo: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni entró en pensamiento humano, lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (1 Co 2, 9).

Para rezar: oración de la beata Isabel de la Trinidad

¡Oh Dios mío, trinidad adorable, ayúdame a olvidarme por entero para establecerme en ti!

¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Siento mi impotencia y te pido que me revistas de ti mismo, que identifiques mi alma con todos lo movimientos de tu alma; que me sustituyas, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu propia vida. Ven a mí como adorador, como reparador y como salvador…

¡Oh fuego consumidor, Espíritu de amor! Ven a mí, para que se haga en mi alma una como encarnación del Verbo; que yo sea para él una humanidad sobreañadida en la que él renueve todo su misterio.

Y tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre tu criatura; no veas en ella más que a tu amado en el que has puesto todas tus complacencias.

¡Oh mis tres, mi todo, mi dicha, soledad infinita, inmensidad en que me pierdo! Me entrego a vos como una presa; sepultaos en mí para que yo me sepulte en vos, en espera de ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

Para cualquier pregunta o sugerencia, contacte a este email: arivero@legionaries.org

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Antonio Rivero

El padre Antonio Rivero nació en Ávila (España) en 1956. Entró a la congregación de los Legionarios de Cristo en 1968 en Santander (España). Se ordenó de sacerdote en Roma en la Navidad de 1986. Es licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, en Filosofía por la Universidad Gregoriana de Roma y en Teología por la Universidad de santo Tomás también en Roma. Es doctor en Teología Espiritual por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma) donde defendió su tesis el 16 abril del año 2013 sobre la dirección espiritual en san Juan de Ávila, obteniendo “Summa cum laude”. Realizó su ministerio sacerdotal como formador y profesor de Humanidades clásicas en el seminario en México y España. Fue vicario parroquial en la ciudad de Buenos Aires durante doce años. Durante diez años fue director espiritual y profesor de teología y oratoria en el Seminario María Mater Ecclesiae en são Paulo (Brasil), formando futuros sacerdotes diocesanos. Actualmente es profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y ayuda en el Centro Logos, en la formación de sacerdotes y seminaristas diocesanos. Ha dedicado y dedica también parte de su ministerio sacerdotal a los Medios de Comunicación Social. Ha publicado catorce libros: Jesucristo, Historia de la Iglesia, Los diez mandamientos, Breve catequesis y compendio de liturgia, El tesoro de la Eucaristía, El arte de la predicación sagrada, La Santísima Virgen, Creo en la Vida eterna, Curso de Biblia para laicos, Personajes de la Pasión, G.P.S (Guía Para Santidad, síntesis de espiritualidad católica), Comentario a la liturgia dominical ciclo A, Comentario a la liturgia dominical ciclo B, Comentario a la liturgia dominical ciclo C. Ha grabado más de 200 CDs de formación. Da conferencias en Estados Unidos sobre pastoral familiar, formación católica y juventud. Y finalmente imparte retiros y cursos de formación a religiosas, seminaristas y sacerdotes diocesanos en México, Centroamérica y donde le invitan.

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