MURCIA, 18 mayo 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- Buscar modos para que la Iglesia esté presente y se integre en la nueva sociedad de la información, abandonando la pura visión instrumental que de los medios se ha tenido hasta ahora en los ámbitos eclesiales, ha sido la propuesta principal del II Congreso Iglesia y Medios de Comunicación.
El encuentro, celebrado en la Universidad Católica San Antonio de Murcia, reunió del 15 al 17 de mayo, a profesionales de la comunicación y de la enseñanza de varios países del mundo, así como a algo más de 700 universitarios con el lema «Los medios católicos en el siglo XXI».
Colaboraron en la organización del encuentro, además de la Universidad, el Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales y la Unión Católica de Informadores y Periodista de España.
Según se puede leer en la «Conclusiones» del Congreso, la aportación de los católicos a través de los medios en la sociedad contemporánea supone «integrar en una comunicación que cada vez más se ha reducido a los ámbitos comerciales o mercantiles, la defensa de la dignidad de la persona, la reivindicación de la responsabilidad moral de la libertad, la defensa del matrimonio y de la familia, del derecho a la vida, del sentido social de los bienes, del verdadero valor de la sexualidad humana, y de la globalización de la solidaridad, por citar algunos».
En las «Conclusiones» del congreso, se expone, además, cómo participar en la integración del pensamiento y la opinión católicas en la cultura contemporánea, a través de la prensa, la radio, la televisión e internet, mediante el análisis de los distintos modelos comunicativos, confesionales o no, existentes.
Particular acento se pone también en la formación de los profesionales católicos, en las facultades de periodismo de las universidades católicas, pero sobre todo en la necesidad de aunar la coherencia de la fe con la profesionalidad en el trabajo de los comunicadores que se dicen cristianos.
Otra de las aportaciones que la Iglesia debe hacer, según las conclusiones del congreso, es potenciar la reflexión ética sobre las comunicaciones, defendiendo «el ejercicio de la libertad responsable y el bien común, rescatar el sentido social de una comunicación a la medida de la verdad del hombre y su destino trascendente, para lo que se necesita el auxilio de las normas legales y de los códigos éticos, pero, sobre todo el compromiso moral de los propios comunicadores».
El ejemplo más evidente de esta nueva mirada a los medios, según las conclusiones, es el Papa: «su figura se nos presenta sobre todo como un magnífico modelo de comunicador al serlo también como pastor universal de la Iglesia. Juan Pablo II nos ha mostrado con su ejemplo y su enseñanza la manera de lograr la amistad entre la Iglesia y los medios, que no es otra que la de intercambiar sus propios bienes».