Cardenal Sergio Obeso celebra la Eucaristía © CEM

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Card. Sergio Obeso: "Señor, me has recompensado con un sueldo extraordinario: 'Vivir a tu servicio'"

Homilía del Cardenal en la Asamblea Plenaria

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(ZENIT – 15 nov. 2018).- “Confieso que si mi vida pudiera representarse como una composición musical, si miro a los dones con que el Señor la ha ido adornando a todo su largo, resultaría una espléndida sinfonía”, reflexionó el Card. Sergio Obeso, Arzobispo Emérito de Xalapa, en la Eucaristía que celebró junto a sus hermanos mexicanos en el episcopado en Casa Lago, en Cuautitlán Izcalli.
El Cardenal Sergio Obeso participa estos días en la CVI Asamblea Plenaria del Episcopado Mexicano, en la que se reúnen los 126 prelados de México para elegir los nuevos cargos de la Conferencia Mexicana para el Trienio 2019-2021. Mons. Rogelio Cabrera, Arzobispo de Monterrey, ha sido nombrado Presidente.
Cardenal por su «servicio a la Iglesia»
El obispo emérito de Xalapa, Sergio Obeso Rivera, de 86 años, figura entre los 14 nuevos cardenales que Francisco creó el pasado 29 de junio de 2018.
Al igual que otros dos cardenales creados ese día, Mons. Sergio Obeso recibió la distinción del purpurado porque “se distinguieron por su servicio a la Iglesia”, a diferencia de los otros 11, menores de 80 años, que por tanto cuentan con derecho a voto en un futuro Cónclave.
Ordenado en Roma en 1954
Nacido en Xalapa, Veracruz, el 31 de octubre de 1931, el clérigo mexicano ingresó en el seminario el 23 de enero de 1944. Tras sus estudios de humanidades, se trasladó a Roma donde cursó filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana.
Ordenado sacerdote en la “ciudad eterna” el 31 de octubre de 1954, pocos meses después regresó a México donde prestó diversos servicios en el Seminario de Xalapa hasta 1971, desde prefecto de filosofía hasta director espiritual y rector.
El 30 de abril de 1971, Pablo VI lo designó obispo de Papantla, y en enero de 1974, el mismo pontífice lo nombra obispo coadjutor de la Arquidiócesis de Xalapa con derecho a sucesión. El 12 de marzo de 1979 asumió ese puesto, en sustitución de Emilio Abascal Salmerón.
Presidente de la CEM
Rápidamente se convirtió en un protagonista de la Iglesia mexicana, siendo elegido presidente de la Conferencia del Episcopado para el período 1983-1985 y reelecto de 1985 a 1988.
El 10 de abril de 2007, el Papa Benedicto XVI aceptó su renuncia como obispo de Xalapa tras haber sobrepasado el límite de edad jubilatoria obligatoria establecido en 75 años; lo sucedió en el puesto Hipólito Reyes Larios.
Entre otras cosas, Sergio Obeso Rivera fue uno de los grandes responsables de la canonización del primer santo obispo latinoamericano, san Rafael Guizar y Valencia, que fue elevado al honor de los altares por el Papa Benedicto XVI el 15 de octubre de 2006.
***
Homilía del Cardenal Sergio Obeso
Señores Cardenales, Señores Arzobispos y Obispos integrantes de la Conferencia Episcopal Mexicana, Señores Obispos Eméritos aquí presentes, personal del Coro, Seminaristas que nos auxilian y demás personas de apoyo en esta CVI Asamblea Plenaria.
A cabamos de escuchar en el Evangelio, la célebre parábola de los llamados a la viña a distinta hora, recibiendo el mismo salario. Antes que nada, quiero referirme a ella.
Debo confesar que la inteligencia de lo que es e implica dicha parábola, tiene su aspecto difícil de captar: ¿no queda mal parada la justicia cuando los que trabajaron más reciben lo mismo que los que llegaron a última hora? Esta pregunta se hacía un sacerdote protagonista de una famosa narración que precisamente lleva el título desafiante de «A cada uno un denario», Se trata del célebre novelista escocés Bruce Marshall. En ella, el protagonista es precisamente un sacerdote que alcanzó a comprender su hondo significado sólo al final de su vida, cuando los años lo obligaron a cesar en el ministerio sacerdotal para retirarse al descanso obligatorio: en el último viaje captó que no recibieron todos los trabajadores el mismo salario: quienes llegaron a última hora recibieron una exigua compensación; quienes llegaron a primera hora recibieron una paga con mucho superior a la que recibieron los últimos. A cabo de entender el significado que siempre me fue un problema, se dijo: los que llegaron al último recibieron menos que los que llegaron a primera hora, pues la paga está en el mismo hecho de servir al dueño de la viña, que en este caso representa al Señor.
Pues bien, yo me siento representado entre los que llegaron a primera hora, pues debo confesarles que ingresé al Seminario en circunstancias muy especiales que omito: cuando aún no cumplía 13 años.
El secreto que nos abre la puerta a la inteligencia de la célebre parábola, estriba en entender que, sirviendo al Señor, la paga está en el mismo hecho de servirle: quien le sirve más tiempo, recibe una paga mayor a la paga del que acaba de entrar.
Como ven, no fue un libro de espiritualidad, sino una novela, quien me abrió la inteligencia a darle sentido a la vida que ha ocupado el sacerdocio que recibí a los 23 años: la paga, así lo entiendo ahora, para mí ha sido tan abundante como la suma de años en que mi ocupación exclusiva ha sido como suena: Servir al Señor.
Estamos celebrando, y gracias por acompañarme, el haber sido honrado por el Santo Padre Francisco con el quehacer propio de un cardenal. Esto en el ocaso de mi vida. Si algo define y caracteriza mi vida es precisamente haber sido empleada, con todas mis limitaciones en el servicio del Señor.
Al presente, el dueño de la viña ha querido distinguirme a última hora con el trabajo que puso en mis manos desde el amanecer: poner mi existencia total a  su servicio. La  expresión  última de  este  llamado es lo que estamos celebrando y en el que ustedes me honran con su presencia; al estar el Señor por llamarme en el ocaso de mi vida a dar la cuenta final, me concede un privilegio que hoy pongo bajo el signo del servicio a Su voluntad: me ha llamado a ponerme a su disposición totalmente, en el servicio de su Iglesia. Esto significa para mí el que el Señor se haya fijado en mi insignificancia, para dar la última nota de grandeza a esta espléndida sinfonía que suena en su servicio.
En efecto, confieso que si mi vida pudiera representarse como una composición musical, si miro a los dones con que el Señor la ha ido adornando a todo su largo, resultaría una espléndida sinfonía. Y si pongo atención a mi respuesta personal, apenas si alcanza ser la expresión de alguien que con dificultad hilvana dos o tres notas que dan como resultado un corrido nacional. Culpa mía y no responsabilidad del Señor. Por esto junto con el júbilo que preside esta asamblea, y que juzgo muy justo, debo añadir un golpe de pecho porque mi vida, para ser sincero, solamente ha alcanzado ser catalogada entre los corridos nacionales.
iQué diferencia, si pongo atención no a los resultados obtenidos a partir de mi colaboración, sino a todos los dones en que a lo largo de esta existencia, el Señor se ha volcado para convertirla, si no en una espléndida sinfonía, sí en un aceptable corrido popular!
Todo comenzó con haber sido ordenado presbítero de Su glesia cuando contaba yo con 23 años. Transcurrieron 17 cuando el Señor me llamó a ser Obispo. Desde entonces hasta la f echa son 47 años los que suman la paga con que el Señor me ha recompensado.
Ahora, cuando el sol está por ocultarse, me viene continuo a la mente la manía de sumar todos estos años, para descubrir; y es lo que confieso ahora ante todos ustedes queridos amigos, que en todos he recibido una espléndida paga, para agradecer al Señor:
Señor, gracias porque durante trece años, ya lejanos, me concediste una familia en la que mis padres me amaron, a veces con exigencia, gracias porque durante doce años me llamaste al Seminario para seguir preparándome como trabajador de la viña, gracias por 17 años que me concediste la grave responsabilidad de colaborar en la formación de los sacerdotes, gracias por los tres años privilegiados en que me desposaste con una bella novia que fue la Diócesis de Papantla, gracias por la confianza que pusiste en mis manos como formador del Seminario y, gracias Señor por estos 47 años de Obispo en que me colmaste de regalos al ponerme al servicio de tu pueblo en Xalapa.
Gracias Señor, y perdóname cuando no estuve a la medida de tan bellas encomiendas.
Ahora Señor una petición que por ser la última te ruego encarecidamente me la concedas: dame el don de comprender a mis hermanos, de saber dialogar con ellos, a poder hacer realidad, como programa de vida todo lo que en estos últimos días me han dicho gente buena en palabras benevolentes: han dicho que mi trato es caballeroso, docta mi predicación, cercanía con los fieles, don de gentes, esfuerzo contínuo, nada menos, por vivir los valores integrales de la cruz: su trazo vertical tendiendo hacia tus alturas, su trazo horizontal buscando entender a mis hermanos y, todo esto ponerlo en el escudo que nunca quise tener, porque hijo de emigrantes, comprendí que estaba f uera de lugarde regalos al ponerme al servicio de tu pueblo en Xalapa.
Todo lo anteriormente mencionado fueron las maravillas que dijeron de mí en discursos benevolentes. Dame la fuerza de tu Espíritu para convertirlas ahora en programa para los años que me restan y que tú sabes cuantos son.
Gracias Señor porque a lo largo de toda mi vida, me has recompensado con un sueldo extraordinario, no de última hora, sino muy por encima de lo merecido: Vivir a tu servicio.
13  de Noviembre de  2018
+Sergio Obeso,
Cardenal Arzobispo Emérito de Xalapa

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Redacción zenit

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