El obispo de Hong Kong pide un paso de conversión esta Navidad

Se dirige en especial a sacerdotes, padres de familia y gobernantes

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HONG KONG, viernes, 24 diciembre 2004 (ZENIT.org).- «El amor de Dios no falla», «está en nuestra mano darle la bienvenida, la conversión consiste sólo en dar un paso», exhorta el obispo de Hong Kong, monseñor Joseph Zen, en su mensaje de Navidad.

Dios «decidió venir en medio de nosotros como nuestro hermano, amigo y compañero de viaje. Su nombre es Emmanuel (Dios con nosotros) (Mt 1,23)», recuerda el prelado.

«Incluso al final de Su peregrinación terrena, Él no quiso dejarnos» –subraya– e «inventó una forma maravillosa de quedarse con nosotros escondiéndose en el sacramento de la Eucaristía».

«En esta Navidad del Año de la Eucaristía rindámonos por fin al “excesivo” amor de Dios» –propone–; «nunca más hagamos que se queje como hizo cuando se apareció a Santa Margarita: “Cuánto ama este corazón al hombre y recibe sólo indiferencia a cambio”».

«Como Dios tomó la naturaleza humana, la humanidad y cada hombre comparten su divinidad»; por eso, el obispo de Hong Kong invita a ver a Jesús en cada persona, imitando el ejemplo del «buen samaritano».

Este Jesús, «presente entre nosotros», «debe ser ejemplo especialmente para pastores, padres y líderes en la sociedad», invita monseñor Zen.

A los sacerdotes pide que se consagren «a su rebaño» y estén dispuestos a sacrificarse en su defensa y entregarle su «tiempo y energía».

A los padres y madres de familia les recuerda que «su presencia y compañía es más preciosa» para los hijos «que cualquier otro regalo que les puedan ofrecer».

«Servidores del pueblo» deben ser por su parte los líderes en la sociedad; la cercanía con la gente «no debería ser una simple táctica, sino una actitud sincera», y todas las políticas deben basarse en el bienestar de la gente, alerta el prelado.

El territorio está herido en el factor económico y en difícil relación con Pekín y con el gobierno local –distantes de una democracia plena–. Monseñor Zen constata que muchos problemas han emergido recientemente en la sociedad de Hong Kong. «¿No es tal vez porque hemos abandonado los citados criterios de buen gobierno?», cuestiona.

«No debemos desesperar. El amor de Dios no falla, depende de nosotros darle la bienvenida», concluye.

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ZENIT Staff

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