El Santo Padre Francisco recibió este viernes por la mañana en el Vaticano, a los miembros del Consejo de los jefes ejecutivos que coordina a las Naciones Unidas. Ellos están en Roma con motivo del encuentro estratégico semestral, que reaizan fondos y programas de las Naciones Unidas y las Organizaciones especializadas, encabezados por su secretario general, el coreano Ban Ki-moon.
A pesar de que los objetivos del milenio planteados por la ONU para el 2014, de reducir a la mitad la pobreza y el hambre en el mundo están aún lejanos, el Papa les agradeció cuanto hicieron y les alentó a hacer aún Más, citando para ello una parábola evangélica.
En la Sala del Concistorio, situada en el Palacio Apostólico, el Papa hablando en español les agradeció porque ellos son “los principales responsables del sistema internacional, por los grandes esfuerzos realizados por la paz mundial, por el respeto de la dignidad humana, por la protección de las personas, especialmente de los más pobres o débiles, y por el desarrollo económico y social armonioso”.
El Pontífice elogió los “resultados positivos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, especialmente en términos de educación y disminución de la pobreza extrema”, si bien recordó “que los pueblos merecen y esperan frutos aún mayores”.
Les recordó que lo propio de la función directiva es “no conformarse nunca con los resultados obtenidos sino empeñarse cada vez más”. Particularmente en el caso “de la organización política y económica mundial, lo que falta es mucho, ya que una parte importante de la humanidad continúa excluida de los beneficios del progreso y relegada, de hecho, a seres de segunda categoría” dijo.
“Los futuros Objetivos de Desarrollo Sostenible, por tanto -prosiguió el Santo Padre- deben ser formulados y ejecutados con magnanimidad y valentía, de modo que efectivamente lleguen a incidir sobre las causas estructurales de la pobreza y del hambre, consigan mejoras sustanciales en materia de preservación del ambiente, garanticen un trabajo decente y útil para todos y den una protección adecuada a la familia, elemento esencial de cualquier desarrollo económico y social sostenibles”.
En particular les invitó a “desafiar todas las formas de injusticia, oponiéndose a la ‘economía de la exclusión’, a la ‘cultura del descarte’ y a la ‘cultura de la muerte’, que por desgracia, podrían convertirse en una mentalidad pasivamente aceptada”.
Y recordó el evangelio de san Lucas sobre el rico publicano Zaqueo, que tomó la decisión radical de condivisión y de justicia cuando su conciencia fue despertada por la mirada de Jesús”.
En sus palabras en Santo Padre reiteró que la vida “es sagrada e inviolable desde su concepción hasta su fin natural”. Y que el “episodio de Jesucristo y de Zaqueo nos enseña que por encima de los sistemas y teorías económicas y sociales, se debe promover siempre una apertura generosa, eficaz y concreta a las necesidades de los demás”.
Subraya el papa Francisco, «que Jesús no le pide a Zaqueo que cambie de trabajo ni denuncia su actividad comercial, solo lo mueve a poner todo, libremente, pero inmediatamente y sin discusiones, al servicio de los hombres”.
Y les recordó, siguiendo las enseñanzas de sus predecesores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, “que el progreso económico y social equitativo solo se puede obtener uniendo las capacidades científicas y técnicas con un empeño solidario constante, acompañado de una gratuidad generosa y desinteresada a todos los niveles”. Para “conseguir un desarrollo humano integral en favor de todos los habitantes del planeta, como la legítima redistribución de los beneficios económicos por parte del Estado y la también indispensable colaboración de la actividad económica privada y de la sociedad civil”.
Al concluir y antes de darles su bendición a ellos, a sus familias y al personal de las Naciones Unidas y entes internacionales, les alentó a “promover juntos una verdadera movilización ética mundial que, más allá de cualquier diferencia de credo o de opiniones políticas, difunda y aplique un ideal común de fraternidad y solidaridad, especialmente con los más pobres y excluidos”.
Los objetivos del milenio, planteados en 1990 para el 2015, a los cuales el Santo Padre se refirió son:
1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre
– Reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, la proporción de personas que sufren hambre; la proporción de personas cuyos ingresos son inferiores a un dólar diario; y conseguir pleno empleo productivo y trabajo digno para todos, incluyendo mujeres y jóvenes.
2. Lograr la enseñanza primaria universal
3. Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer
4. Reducir la mortalidad infantil
5. Mejorar la salud materna
6. Combatir el VIH/SIDA, el paludismo y otras enfermedades
7. Garantizar la Sostenibilidad del medio ambiente
8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo