CIUDAD DEL VATICANO, 23 dic 2001 (ZENIT.org).- Ante los fieles y peregrinos que, a pesar de la mañana fría y nublada, esperaban sus palabras el Papa, en la recitación del Angelus de este cuarto domingo de Adviento, se ha centrado hoy en la figura de San José y su apertura a los planes de Dios. A las doce, como es habitual, se ha asomado a la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico Vaticano.
El Papa ha recordado que “ya hierven los preparativos para la fiesta de Navidad” y se ha centrado en el nacimiento de Jesús como “fundamental acontecimiento salvífico, que es al mismo tiempo histórico y sobrenatural”.
Citando la profecía de Isaías sobre el Enmanuel, “Dios-con-nosotros”, el Papa ha recordado que este texto “asegura que ‘Dios mismo’ dará un descendiente al rey David como ‘signo’ de su fidelidad”. Una promesa se ha realizado con el nacimiento de Jesús de la Virgen María.
Para comprender el significado y el don de gracia de la Navidad, ha indicado el Pontífice, hay que “entrar en la escuela de la Virgen y de su esposo José”.
A continuación el Papa se ha centrado en las lecciones que se derivan de la contemplación de la figura de José y su papel, en la página evangélica de hoy según San Mateo. El evangelista, ha dicho el Santo Padre, lo “califica de hombre ‘justo’, subrayando con ello como estaba enteramente orientado al cumplimiento de la voluntad de Dios”. Y se detiene en la discreción de José respecto a María: “Precisamente con motivo de esta justicia interior, que en último término coincide con el amor, José no pretende repudiar a María, aún habiéndose dado cuenta de su incipiente embarazo. Piensa ‘despedirla en secreto’, pero es invitado por el ángel del Señor a no temer y tomarla consigo”.
“Surge aquí otro aspecto de la personalidad de san José –ha añadido el Papa–: es un hombre abierto a la escucha de Dios en la oración. Aprende del ángel que ‘lo que ha sido generado [en María] viene del Espíritu Santo’, según la antigua profecía: ‘He aquí que la virgen concebirá…’, y está dispuesto a acoger los designios de Dios, que sobrepasan los límites humanos”.
“En síntesis –ha concluido Juan Pablo II–, se puede definir a José como un auténtico hombre de fe, como su esposa María. La fe conjuga justicia y oración, y es esta la disposición más idónea para encontrar al Enmanuel, el Dios-con-nosotros. Creer, en efecto, significa vivir en la historia abiertos a la iniciativa de Dios, a la fuerza creadora de su Palabra, que en Cristo se ha hecho carne, uniéndose para siempre a nuestra humanidad. La Virgen María y San José nos ayuden a celebrar así, en modo fructuoso, el nacimiento del Redentor”.