Asimismo, el encuentro ha servido para promover el buen entendimiento entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, mayoritaria en Rusia, según se desprende de un comunicado emitido por el Vaticano tras el encuentro.
Mientras el Papa y Putin se encontraban cara a cara, se celebró un encuentro del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Su Santidad, y del arzobispo Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, con Sergei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, y otros miembros de la delegación que acompaña al presidente.
«Los coloquios, que se desarrollaron en un clima muy positivo, han permitido constatar las cordiales relaciones que se dan entre la Santa Sede y la Federación Rusa, así como la voluntad recíproca de desarrollarlos ulteriormente, incluso con iniciativa específicas de carácter cultural», afirma el comunicado.
El 29 de marzo se celebrará un concierto junto al Vaticano compuesto por el obispo Hilarion Alfeyev, obispo de la Iglesia ortodoxa rusa en Viena y Austria y representante del patriarcado de Moscú ante la Unión Europea.
Este lunes, se inauguró en el Consejo Pontificio para la Cultura una exposición de alguno de lo más grandes pintores rusos contemporáneos sobre la «Tierra del Señor».
«En este contexto, se han examinado algunos temas bilaterales de común interés, que afectan también a las relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa, y se han analizado las cuestiones internacionales de actualidad, en particular las de Oriente Medio», afirma el comunicado.
En los encuentros, además, «se ha prestado atención a los problemas del extremismo y de la intolerancia, que constituyen graves amenazas a la convivencia civil entre las naciones, subrayando la necesidad de preservar la paz y de favorecer una resolución negociada y pacífica de los conflictos».
Al final del encuentro, el presidente Putin ha regalado a Benedicto XVI un icono realizada según la Escuela de Palech, que representa a san Nicolás Taumaturgo (270-350), cuyas reliquias se encuentra hoy en Bari.
Desde el primer milenio del cristianismo, los fieles ortodoxos atribuyen capacidades milagrosas a los restos del obispo, que en Occidente ha pasado a ser conocido como Santa Claus.