El sacerdote claretiano Luis Ángel de las Heras ha sido elegido presidente de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) el pasado 13 de noviembre de 2013 es misionero claretiano, hijo del Inmaculado Corazón de María. De las Heras hizo la primera profesión en 1982 y recibió la ordenación presbiteral en 1988.
Tras los estudios de filosofía y teología en el Estudio Teológico Claretiano, este sacerdote español se licenció en pedagogía en la Universidad Pontificia Comillas. Ha sido profesor, en materias de pedagogía y formación, en el Estudio Teológico Claretiano, en la Escuela Regina Apostolorum y en el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid.
En su congregación ha sido formador 17 años (de aspirantes, postulantes, novicios, profesos temporales, ordenandos), siempre en comunidades formativas pluri o multiculturales. Durante casi 9 años ha sido responsable de la formación y la espiritualidad de su Provincia, proceso de reorganización incluido, cuando unificaron tres provincias en una, la actual de Santiago.
Fue elegido superior provincial de la Provincia de Santiago el 31 de diciembre de 2012.
En la primera entrevista en profundidad que concede a un medio de comunicación, tras su elección, el nuevo presidente de CONFER disecciona la vida religiosa y señala los retos que tiene por delante.
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¿Cómo recibió su nombramiento?
— Luis Ángel de las Heras: Lo recibí abrumado por el gran respaldo y confianza de la asamblea. Lo recibí como un misterioso paso más de un camino que exige entrega de la propia vida al servicio de la Iglesia en la vida consagrada, sin ningún mérito por mi parte. Lo recibí como una llamada a colaborar, a participar, a dar gratis lo que he recibido gratis. Lo recibí también con la preocupación de poder desempeñar la tarea buscando la voluntad de Dios. Para ello hemos de escuchar lo que la Iglesia y los religiosos y religiosas esperan de CONFER, así como lo que este mundo demanda de nuestro estilo de vida y misión.
-Para usted como religioso, ¿cuál es el aspecto más destacable de su vocación?
— Luis Ángel de las Heras: No es sencillo hablar del aspecto más destacable. Hay que poner matices y siempre se queda algo importante en el tintero. Puedo decirlo con esta expresión nacida del evangelio de Juan: dar la vida para que otros tengan vida. Es la obediencia como búsqueda de la voluntad de Dios con los hermanos. Es el don del amor de Dios que se responde con decisión más allá de los sentimientos agradables o desagradables. Es la pobreza como despojamiento continuado, como olvido de uno mismo, como opción preferencial por el otro, en singular y en plural, siempre antes que el yo.
-¿Cuáles serán sus principales retos al frente de la CONFER?
— Luis Ángel de las Heras: En primer lugar tengo que decir que hemos recibido un excelente legado de la tarea del padre Elías Royón, SJ como presidente de CONFER junto a su equipo. Es el trabajo de estos últimos cuatro años y toda la historia de servicio a la Iglesia en la vida religiosa desde CONFER. Hemos encontrado un momento de serenidad, de esperanza, de comunión. Esto hay que agradecerlo sinceramente. Así, el primer reto es conservar lo que hemos encontrado. En todo caso mejorar, nunca empeorar.
Después, creo que debemos procurar una tarea de equipo comenzando por el que podemos formar la secretaria, la vicepresidenta y el presidente.
Por supuesto, será un reto seguir cultivando cauces de diálogo y colaboración con nuestros pastores, con los laicos, con instituciones eclesiales y sociales. Es importante hacer esfuerzos por continuar o comenzar proyectos concretos en misión compartida.
Otro de los retos será favorecer iniciativas intercongregacionales. En la XX Asamblea General se nos pide con insistencia que aunemos esfuerzos, que orientemos reflexiones y acciones conjuntas.
Otro reto que se vislumbra importante es ofrecer una imagen real de la vida religiosa dando a conocer más elementos positivos que no siempre se perciben: su compromiso entre los más necesitados, su deseo de servir al anuncio del Evangelio, su fecundidad espiritual, su acompañamiento a las distintas necesidades de las gentes, su fidelidad a la Iglesia. Para ello es muy importante cuidar el área de comunicación, no solo por la presencia —CONFER tiene su revista, sus noticias, su web, está en las redes sociales y se abre a los distintos medios— sino por la calidad y acierto de la misma.
–¿Cómo ve la situación de los religiosos en España?
— Luis Ángel de las Heras: La veo con esperanza, siendo consciente de las dificultades. Vivimos un momento eclesial esperanzado y la vida religiosa española participa de esa esperanza. La XX Asamblea General y las asambleas regionales en las que he participado han sido momentos de esperanza, de alegría, de expresión de un mayor deseo de exigencia al servicio de la Iglesia y de las gentes de los lugares donde peregrinamos. En estos foros se palpa el impulso del Espíritu que hace vencer las dificultades y ser creativos en medio de las limitaciones.
En una situación humanamente frágil podemos descubrir la fuerza que viene de Dios y testimoniarlo humildemente. Es muy fácil —a veces resulta temerario— aventurar diagnósticos sobre apariencias humanas. Nuestra realidad tiene una dimensión de fe en Cristo Jesús que puede descolocar, enfocar o desenfocar la mirada del ser humano. Desde esta óptica se puede explicar que continuemos realizando muchas tareas a pesar de la disminución de fuerzas humanas y que la presencia de religiosos y religiosas sea signo evangélico vivo y eficaz de valor incalculable no siempre visible a los ojos mortales. Así, por ejemplo, se descubren presencias evangelizadoras de comunidades religiosas aunque no puedan realizar muchas actividades por su edad o su enfermedad.
–La vida consagrada realiza una ingente labor, que repercute positivamente en la sociedad española. ¿Podría darnos algunas cifras y los ámbitos de este servicio?
— Luis Ángel de las Heras: En España hay 35.416 religiosas y 10.895 religiosos, 300 congregaciones femeninas y 107 masculinas.
En misión ad gentes por todo el mundo contabilizamos unos 14.000 religiosos/as españoles.
La labor de la vida consagrada en España se da en educación, sanidad, actividades sociales, ministerios presbiterales, diálogo fe-cultura, teología, estudios universitarios. Todo con perspectiva evangelizadora.
Los religiosos y religiosas realizamos la misión tanto en plataformas apostólicas exclusivas de la propia congregación, como en misión compartida con otras congregaciones y con otras instituciones eclesiales. Igualmente colaboramos con organizaciones sociales.
-¿Cuál es el papel de la vida consagrada en la Iglesia de hoy?
— Luis Ángel de las Heras: Un papel siempre antiguo y siempre nuevo. La exhortación apostólica Vita Consecrata afirma que la vida consagrada está en el corazón de la Iglesia. Desde ahí ha desempeñado un papel de ayuda y apoyo eclesial, especialmente en momentos de dificultad. Además es reconocida como un don precioso y necesario para el presente y el futuro de la Iglesia porque es parte intrínseca de su vida, de su santidad y de su misión.
La Iglesia de hoy sigue siendo bendecida con este don que es para todos los religiosos y religiosas una hermosa tarea. Tarea que trasciende toda frontera para llegar donde sea más difícil y que aporta sabiduría de vida siempre a la escucha del Espíritu. Tarea que aporta una trayectoria probada de “hacer con otros”. Tarea con larga experiencia de presencia en las periferias de este mundo que puede servir para abrir nuevos caminos eclesiales hacia los límites.
Desde las dificultades que hoy percibe, el papa Francisco insiste en que seamos prof
etas y nos invita a “despertar al mundo”. Tendremos que comenzar por nuestra propia casa: nuestras congregaciones y nuestra Iglesia.
–Hábleme de las vocaciones. ¿Qué se puede hacer?
— Luis Ángel de las Heras: Me va a permitir detenerme un poco más en este punto, no desde la preocupación, sino desde una ocupación serena y confiada. Se está haciendo mucho y bien y se puede seguir haciendo más. Entre otras cosas, creo que se pueden conjugar, cada vez con más soltura, tres verbos: agradecer, valorar y regalar [tiempo].
Agradecer. Ante todo la gratitud por la vocación a la vida religiosa. Los religiosos y religiosas bien podemos alegrarnos cada día dando gracias a Dios por la vocación recibida.
Por otra parte, hay que agradecer y reconocer el gran trabajo que han realizado y realizan tantos religiosos y religiosas en pastoral vocacional. Sin duda ha contribuido a formar una conciencia en la Iglesia de lo que significa la opción vocacional de vida cristiana bien discernida y, de manera particular, para la vida consagrada.
También hay que agradecer a Dios las vocaciones a esta forma de vida, pocas o muchas. Si son muchas el agradecimiento es espontáneo. Pero también hay que agradecerle la experiencia de escasez. Dios nos está hablando ahí: ¿Nos está exigiendo más coherencia? ¿Nos está purificando? ¿Nos está invitando a poner la confianza en Él más que en las fuerzas humanas de número y juventud? ¿Nos está urgiendo a una praxis de misión compartida bien desarrollada?
Con el agradecimiento superaremos la tentación de la nostalgia, de la queja o de la autocompasión y podremos mostrarnos alegres y esperanzados para invitar a quienes acompañamos desde nuestros carismas y tareas apostólicas a responder a la llamada de Dios, que sigue enamorando.
Valorar. Agradecer la llamada que hemos recibido nos ayuda a valorarla y a creer más en nuestra forma de vida en la Iglesia en medio de cualquier dificultad. Todos nuestros fundadores fueron expertos en afrontar y superar situaciones adversas.
A veces se dice que no hay vocaciones a la vida consagrada porque no somos coherentes o porque nuestras comunidades no son testimonio de vida que contagie entusiasmo. Evidentemente cuando se da esto nos falta atractivo vocacional. Pero no es la única razón de la escasez de vocaciones. Hay comunidades religiosas de personas consagradas admirables, entregadas a Dios y a los hermanos, coherentes y entusiastas, bendecidas con muchos dones, pero no con vocaciones para su carisma y misión. Obviamente no tenemos que ser mejores para tener vocaciones, sino para ser fieles a esta vida de seguimiento de Jesús y dichosos en ella. Conviene recordarlo.
Regalar tiempo. Convencidos de que Dios sigue llamando, entregados a esta vida a la que Él nos ha convocado, debemos estar dispuestos a dar nuestro tiempo pacientemente, desde nuestros planes y proyectos, pero también más allá de ellos, estando cerca de la gente, buscando con cada persona la voluntad de Dios para su vida, que será su propia felicidad. Hay que “perder” tiempo con la gente en cualquier tarea apostólica. Pero en clave vocacional hay que tener un plus de generosidad en la entrega de nuestro tiempo. Tiempo para escuchar, tiempo para llevar al encuentro con Cristo y con su Palabra, tiempo para invitar al compromiso de vida. Tiempo precioso para que cada persona encuentre su camino vocacional de respuesta al Señor en la Iglesia.
-Después del Concilio Vaticano II, algunos han hablado de crisis en la vida consagrada. ¿Está de acuerdo? ¿De qué tipo de crisis se trata?
— Luis Ángel de las Heras: Quienes han analizado el impacto de la doctrina conciliar del Vaticano II sobre la vida religiosa coinciden en que se abrió una nueva comprensión de esta forma de vida dentro de la Iglesia. Esa novedad lógicamente trajo su crisis, con desiguales consecuencias, algunas de ellas positivas, puesto que la crisis es factor tanto de riesgo como de posibilidad. Hay quienes realizan análisis simplistas o superficiales de esta crisis y sus consecuencias. Como ocurrió y sigue ocurriendo en toda la Iglesia el fenómeno es complejo y profundo. Algunos testigos privilegiados del Concilio y su recepción señalan una crisis de identidad y pertenencia en la vida religiosa. Crisis de identidad, de sentido, de significatividad, de desorientación que propició un individualismo exagerado, hizo peligrar el entusiasmo por los proyectos comunitarios y llevó también a un debilitamiento en la vida de fe.
Esta crisis de identidad trajo otra de pertenencia con rupturas dolorosas, pero también con búsquedas fecundas de autenticidad. Y en medio de esta situación hubo y sigue habiendo esfuerzos eficaces por revitalizar la vida espiritual, por reforzar la vida comunitaria, por abrir nuevos caminos para realizar compromisos evangelizadores de frontera.
Así pues, crisis sí, con confusión y desorientación, pero con renovación y búsqueda de autenticidad también, como ha ocurrido en las otras formas de vida dentro de la Iglesia.
-Francisco, antes de ser elegido, era miembro de la Compañía. Es decir, conoce bien la realidad de la vida consagrada. ¿Qué espera del nuevo Pontífice?
— Luis Ángel de las Heras: El papa Francisco conoce por propia experiencia la vida consagrada. Así lo ha manifestado indicando las exigencias, los retos y los gozos para esta forma de vida en la Iglesia. Espero del papa Francisco que siga siendo un buen transmisor del mensaje de Jesús, que siga recordándonos la necesidad de ir a lo esencial de nuestra fe en Cristo vivida en la Iglesia, que siga alentando a todos sin excepción, que haga una justa y necesaria memoria cotidiana de los pobres.
Por supuesto, por su conocimiento de la vida consagrada desde dentro espero la luz de padre y maestro que ya ha demostrado que nos puede aportar. Todo ello con firmeza y veracidad puesto que es el primero en hacer lo que dice.
Pero espero que cuanto escuchamos y vemos a través de él nos haga encontrarnos verdaderamente con el Señor. Desde este encuentro podremos dar sentido, comprender y secundar los gestos y las palabras del Papa. Esto es una urgencia para quienes hemos sido llamados, por la práctica de los consejos evangélicos, a seguir con más libertad e imitar más de cerca a Jesucristo.
–Recién clausurado el Año de la Fe, el papa Francisco ha anunciado que el 2015 estará dedicado a la vida consagrada. Sin duda, será un momento importante para reflexionar sobre los retos que tienen los religiosos en el mundo actual. ¿Cómo han acogido esta iniciativa del Santo Padre?
— Luis Ángel de las Heras: Hemos acogido la iniciativa como un regalo y un gran reto. En el mensaje de Navidad de 2013 invitábamos a preparar ese año de gracia de 2015, con gratitud y confianza, ya en este 2014.
En CONFER estamos pensando cómo podemos colaborar en la celebración de este acontecimiento y tenemos alguna iniciativa en preparación ahora mismo.
Nos sentimos alentados por el Papa y, al mismo tiempo, comprometidos a dar lo mejor de esta vida para que toda la Iglesia pueda vibrar con este seguimiento apasionante de Cristo como constructores de una comunión transformadora de este mundo —herido y sufriente— en el Reino de Dios.
-Finalmente, ¿qué mensaje le gustaría trasladar a los lectores de ZENIT y a la sociedad en general?
— Luis Ángel de las Heras: Que conozcan mejor, amen y valoren la vida religiosa, que está en el corazón de la Iglesia. Que piensen en ella, que recen por ella. Que aprecien su humilde generosidad en el compromiso que realiza en las fronteras de este mundo. Que nos exijan fraternalmente, puesto que necesitamos convertirnos y crecer en nuestra entrega a Dios y los hermanos. Que se alegren de esta forma de vida que, como todo lo que viene de Cristo y del Espíritu, no quita nada y lo da t
odo. Que vean la vida consagrada como una buena noticia cargada de alegría, que hace cotidiana la pasión por Dios que es pasión por la humanidad.