Esperanzas de paz para la maltratada población de Sudán

Un obispo relata el martirio de los cristianos

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EL OBEID, 24 diciembre 2002 (ZENIT.org).- En Sudán, el gobierno y la guerrilla decidieron el domingo pasado prolongar el alto el fuego de más de seis meses, después de veinte años de conflicto. Este escenario se ha bañado también con la sangre de muchos cristianos, muertos por su fe.

La lucha sudanesa ha ocasionado hasta el momento dos millones de muertos y cuatro millones de desplazados. Las conversaciones de paz se reanudarán el próximo 6 de enero.

La decisión del gobierno y la guerrilla representa una nueva esperanza para las poblaciones del sur de etnia negra y de religión cristiana y animista, que han sufrido una dura persecución del régimen islámico sudanés.

Monseñor Macram Max Gassis, obispo de El Obeid, en el centro de Sudán, confirmó en los micrófonos de Radio Vaticana los bombardeos sistemáticos perpetrados contra los civiles «para intimidarles y expulsarles de su tierra».

«Ocurría en los montes Nuba –relata el prelado–, para empujar a la gente hacia la zona gubernativa, donde mujeres y niños fueron utilizados por la milicia islámica como esclavos y las mujeres como instrumento de placer».

Además «siempre se produjeron ataques por tierra contra las iglesias y capillas», observa monseñor Macram Max Gassis.

De acuerdo con el obispo de El Obeid, numerosos cristianos aceptaron morir como testigos del amor de Jesucristo: «Son muchos los mártires desconocidos», afirma.

Hay muchos ejemplos de ello, como Agostino Nur, uno de los primeros catequistas. «Fue capturado –recuerda el prelado–. Al principio intentaron convencerle por las buenas de renunciar a su fe. Después empezaron a insultarle y luego le torturaron. Sobrevivió, pero hace dos años le asesinaron».

Hubo más torturas entre los catequistas, pero «atacando a nuestros ancianos, empezaron a atemorizar verdaderamente a la población diciendo: “si queréis vivir, debéis ser musulmanes”. Esto ocurrió y sigue sucediendo en algunas regiones de Sudán», denunció.

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ZENIT Staff

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