Expulsado un obispo católico de Rusia: «grave violación», según el Vaticano

Los católicos tienen miedo a nuevas expulsiones

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CIUDAD DEL VATICANO, 21 abril 2002 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha protestado ante las autoridades rusas por la expulsión de su territorio de monseñor Jerzy Mazur, obispo de la diócesis católica de San José de Irkutsk, en Siberia Oriental.

El viernes por la noche, al llegar al aeropuerto Sheremetievo-2 de Moscú, el obispo de nacionalidad polaca «fue expulsado del territorio de la Federación Rusa y vuelto a embarcar en un vuelo hacia Varsovia, de donde procedía», explica un comunicado emitido por la Sala de Prensa del Vaticano este sábado.

Al obispo, sigue explicando la declaración, «no se le ofreció ninguna motivación de la medida». Por este motivo, «la Secretaría de Estado [de la Santa Sede] y la representación pontificia en Moscú intervinieron inmediatamente ante las autoridades rusas, pidiendo explicaciones y solicitando la restitución del visado al obispo».

La Secretaría de Estado del Vaticano convocó al embajador de la Federación Rusa ante la Santa Sede, Vitaly Litvin, quien respondió que no estaba informado de lo sucedido, según la agencia Fides.

«Lo que le ha sucedido a monseñor Mazur, pocos días después de la expulsión del sacerdote italiano Stefano Caprio, párroco del Santo Rosario en Vladimir y en Ivanovo, representa una grave violación de los compromisos asumidos por las autoridades gubernamentales rusas, que han firmado el documento conclusivo de la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa, en enero de 1989», constata la nota vaticana.

En el artículo 16 de los «Principios» de ese documento, los Estados signatarios se comprometen a respetar el derecho de las comunidades religiosas «a escoger, nombrar y sustituir a su propio personal según sus respectivas exigencias y sus propias normas».

Joaquin Navarro-Valls, portavoz vaticano, concluye el comunicado pidiendo «la revisión de la medida adoptada y que el obispo Mazur pueda regresar pronto con sus fieles a Siberia Oriental».

En declaraciones a Radio Vaticano, el obispo religioso verbita, de 48 años, ha revelado que su visado caducaba en enero de 2003. «Me ha sorprendido el que no se me haya dado ninguna explicación –aclara–. En el aeropuerto me dijeron que la decisión venía de lo alto y que no sabían nada al respecto, sólo sabían que no podía entrar».

«Nunca habría podido pensar que me impedirían regresar a mi diócesis, donde desarrollo mi trabajo pastoral de obispo. En este momento difícil, tenemos que confiar más aún en el Señor», sigue diciendo.

«A todos les pido que recen por la Iglesia católica en Rusia y por todos los cristianos para que puedan testimoniar que son auténticos cristianos, en búsqueda de diálogo, deseosos de responder al mandamiento de Dios de amarse recíprocamente», concluye el obispo.

La expulsión del padre Caprio y ahora del obispo de Irkutsk ha suscitado temor entre los 215 sacerdotes católicos en Rusia, que en su inmensa mayoría son extranjeros.

En una declaración oficial, el arzobispo metropolita de Moscú, Tadeusz Kondrusiewicz, revela «los católicos rusos se preguntan ahora: ¿Quién será el próximo? ¿Cuánto durará esto? ¿Son válidas también para ellos las garantías constitucionales de libertad de conciencia y el derecho a tener pastores propios?».

La falta de sacerdotes rusos es la consecuencia del cierre de seminarios católicos en la época soviética.

Por otra parte, la Duma o Cámara de diputados rusa rechazó esta semana eliminar del orden del día una moción que pide al presidente Vladímir Putin el cierre de las cuatro diócesis católicas recién creadas por Juan Pablo II. La medida violaría la Constitución.

Sólo 181 diputados votaron a favor de retirar la moción, cuando hacían falta al menos 226 para anular la propuesta del diputado nacionalcomunista Víctor Alksnis, antiguo dirigente soviético.

La moción solicita a Putin que ordene al Ministerio de Justicia ir a los tribunales para forzar «la prohibición de la actividad de las diócesis de la Iglesia católica» en Rusia.

La moción afirma que «La actividad de la Iglesia católica en Rusia debe ser prohibida pues representa una amenaza para la integridad de Rusia», debido a su supuesto intento «de imponer su voluntad a nuestro pueblo», como si el país fuera «un desierto espiritual».

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ZENIT Staff

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