Juan Pablo II participa en una fiesta con los niños de Chernobil

Pide responder a la tragedia con una cadena de solidaridad

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CIUDAD DEL VATICANO, 26 abril 2001 (ZENIT.org).- Un día triste para el género humano que, sin embargo, creó una «cadena de bondad» en todo el mundo. Así recordó esta mañana Juan Pablo II la explosión del cuarto reactor de la central nuclear de Chernobil, acaecida hace exactamente quince años.

En el aula de las audiencias generales del Vaticano, el pontífice recibió a 1.500 personas en representación de unas 50 mil familias italianas que, con la ayuda de numerosas organizaciones de solidaridad, acogen durante cinco meses al año a niños ucranianos y bielorrusos que todavía están contaminados por las radiaciones.

El Papa fue acogido por los cantos del coro de niños de Kiev. Algunos de sus cuerpos todavía pagan el precio de aquella catástrofe, al igual que el de muchos coetáneos que vienen para ser atendidos médicamente en Italia. Les ha llevado a Roma la caridad, única respuesta posible a aquella «catástrofe ecológica que hizo época», como recordó con ellos el Santo Padre.

Pocas semanas antes de visitar Ucrania, el Santo Padre confió el deseo de querer «besar aquella tierra que tanto ha sufrido». Después se dirigió a los niños presentes junto a las familias italianas que los acogen: «El Papa os abraza», dijo, y añadió: «Al veros, me veo obligado a dar gracias a Dios por la cadena de generosidad que desde entonces no a dejado de aliviar las penas y las dificultades de quienes siguen siendo víctimas inocentes de las consecuencias de aquella tremenda catástrofe».

Desde hace quince años, Chernobil es sinónimo de los riesgos ligados a la energía nuclear. Todavía hoy la explosión sigue haciendo víctimas. Según datos revelados por Radio Vaticano, provoca sobre todo problemas respiratorios, enfermedades en la sangre, en el intestino y cáncer. Tres millones cuatrocientas mil personas quedaron seriamente expuestas a la radioactividad, de ellas un millón doscientas mil son niños, cuyas defensas inmunitarias son débiles.

«Al evocar los trágicos efectos provocados por el accidente del reactor nuclear de Chernobil –dijo el pontífice–, el pensamiento se dirige a las futuras generaciones que representan estos niños. Es necesario prepararles un porvenir de paz, sin miedo a amenazas semejantes. Éste es un compromiso para todos. Para que esto tenga lugar, es necesario que haya un esfuerzo común técnico científico y humano para poner la energía al servicio de la paz, en el respeto de las exigencias del hombre y de la naturaleza. De esto depende el porvenir de todo el género humano».

«Mientras rezamos por las numerosas víctimas de Chernobil –concluyó– y por quienes llevan en su cuerpo los signos de una catástrofe tan grande, pidamos al Señor la luz y el apoyo para quienes son responsables de los destinos de la humanidad a diferentes niveles».

El cierre de la central de Chernobil –ha escrito el presidente de Ucrania, Leonid Kuchma, en un mensaje invitado a los presentes en el encuentro con el Papa– «es sólo el primer paso» que emprende «un largo camino».

De hecho las circunstancias del país son inestables. El parlamento de Ucrania aprobó este jueves un moción de censura contra el reformista primer ministro, Viktor Yushchenko, que supone la destitución de todo el gabinete y un futuro económico incierto para la nación.

En la votación final, el parlamento de 450 escaños votó por 263 votos a favor y 69 en contra destituir a Yushchenko, ex banquero que llegó al poder en diciembre de 1999.

El mandatario se enfrentaba a una difícil situación por las medidas de austeridad adoptadas y por sus intentos por reformar algunos sectores de la debilitada economía ucraniana. El antiguo estado soviético pasa por momentos de agitación política desde que el presidente Leonid Kuchma fuera relacionado el año pasado con el caso de asesinato de un periodista, que provocó multitudinarias protestas callejeras en la capital Kiev.

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ZENIT Staff

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