Juan Pablo II pide volver a reconocer el papel regulador de la ONU

En el contexto de Irak y ante la recrudescencia del terrorismo internacional

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 2 abril 2004 (ZENIT.org).- Ante la situación de Irak y la recrudescencia del terrorismo internacional, Juan Pablo II ha pedido el retorno al orden internacional, reconociendo el papel regulador de las Naciones Unidas.

El pontífice expuso la posición de la Santa Sede en la materia, al recibir este viernes las cartas credenciales del nuevo embajador del Líbano ante el Vaticano, Naji Abi Assi, diplomático de carrera.

En su discurso en francés, el Papa comenzó haciendo referencia a «las incertidumbres de la situación internacional actual, marcada por una desestabilización profunda de las relaciones entre las naciones, bajo la presión de los acontecimientos acaecidos en Irak».

Esta coyuntura es causada «también y ante todo» por «la recrudescencia injustificable e inquietante del terrorismo internacional», reconoció

«Ante esta situación precaria, la Santa Sede no deja de abogar por un regreso a la estabilidad y al orden internacional, gracias al reconocimiento del papel regulador de los organismos internacionales, en particular la Organización de las Naciones Unidas».

Repitiendo la propuesta lanzada en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (1 de enero de 2004) abogó por el refuerzo de los «métodos de decisión y acción» de esta institución, «con el objetivo de reducir los polvorines de tensión y de garantizar la paz».

En el número 7 de ese «Mensaje», el pontífice reconocía que «es preciso reconocer que la Organización de las Naciones Unidas, incluso con límites y retrasos debidos en gran parte al incumplimiento por parte de sus miembros, ha contribuido a promover notablemente el respeto de la dignidad humana, la libertad de los pueblos y la exigencia del desarrollo, preparando el terreno cultural e institucional sobre el cual construir la paz».

Ahora bien, pidió «una reforma que capacite a la Organización de las Naciones Unidas para funcionar eficazmente en la consecución de sus propios objetivos estatutarios, todavía válidos».

«Los Estados deben considerar este objetivo como una precisa obligación moral y política, que requiere prudencia y determinación», afirmaba en el mensaje.

La propuesta del Papa, ya expresada en 1995, es que «la Organización de las Naciones Unidas se eleve cada vez más de la fría condición de institución de tipo administrativo a la de ser centro moral, en el que todas las naciones del mundo se sientan en su casa, desarrollando la conciencia común de ser, por así decir, una «familia de naciones»».

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ZENIT Staff

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