La diplomacia del Papa, el “realismo de la esperanza”

El portavoz vaticano analiza los encuentros del pontífice con representantes de Estados

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 13 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).- En su labor diplomática, Benedicto XVI se deja guiar por «el realismo de la esperanza», constata el portavoz vaticano al hacer un balance de los numerosos encuentros representantes de diferentes países que ha mantenido entre noviembre y diciembre.

En el editorial del último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha destacado en particular tres encuentros de carácter diplomático.

Al recibir al nuevo embajador de Cuba ante la Santa Sede, Eduardo Delgado Bermúdez, el Papa ha observado que, «a pesar de las dificultades de los decenios transcurridos en las relaciones con la Santa Sede y, sobre todo, de las limitaciones puestas a la actividad de la Iglesia, las relaciones diplomática no se han interrumpido jamás y se aprecia la mejoría».

El encuentro del Papa con el presidente ruso Dmitri Medvédev, sigue constatando el padre Lombardi, «ha sido ocasión para el anuncio del establecimiento de relaciones diplomáticas con la Federación Rusa, concluyendo la fase de veinte años de acercamiento con relaciones oficiales pero aún no plenas. Lo que es un significativo paso hacia adelante. La situación de la hostilidad pasada del régimen comunista soviético hoy es un recuerdo».

En tercer lugar, el portavoz considera que la audiencia al presidente de Vietnam, Nguyên Minh Triêt, se debe considerar «como una etapa ulterior del camino deseado hacia la normalización de las relaciones con el país asiático, donde la Iglesia católica cuenta con una comunidad numerosa y dinámica, que festeja este 2009 un importante año jubilar, y que, a pesar de las dificultades de los decenios transcurridos mira con confianza hacia el futuro». 

El padre Lombardi llega a esta conclusión: «La Santa Sede sigue, con paciencia y clarividencia, entretejiendo su diálogo con los responsables de las naciones, pensando en el bien de la Iglesia en sus países y en la perspectiva de la comprensión y de la paz entre todos los pueblos. Su diplomacia no está guiada por la debilidad o el espíritu del compromiso. Se trata, como ha sido ya dicho muy bien en el pasado, del ‘realismo de la esperanza'».

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ZENIT Staff

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