La posición moral de la Iglesia impide al Papa recibir el Premio Nobel

Declaraciones del obispo luterano de Oslo, Gunnar Staalseth

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OSLO, 26 agosto 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha sido una de las figuras decisivas para el final de la Guerra Fría, ha mediado para alcanzar la paz entre varios países, pero no recibirá el Premio Nobel de la Paz porque se opone a la promiscuidad sexual y propone el amor y la fidelidad matrimonial como mejor preservativo contra el sida.

Esta es la posición que hizo pública Gunnar Staalseth, obispo luterano de Oslo, y miembro del restringido Comité encargado de otorgar el galardón instituido por Alfred Nobel, al encontrarse el 21 de agosto pasado con el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en el transcurso de una visita de dos días que realizó este último a la capital noruega.

«La actual teología romana católica está más a favor de la muerte que de la vida», afirmó Staalseth en declaraciones publicadas por la agencia de noticias Reuters.

«Desafío al Vaticano a que replantee su posición sobre los preservativos», afirmó el líder religioso luterano». «El preservativo debería ser tolerado como un medio para detener la expansión del sida».

Todos los años aparece el nombre de Juan Pablo II entre la lista de los candidatos al Premio Nobel de la Paz. De hecho, el obispo luterano afrontó el argumento precisamente con el mismo secretario de las Naciones Unidas en los momentos en que se está decidiendo el nombre del galardonado. El ganador del Premio Nobel de la Paz 2001 será hecho público el próximo mes de octubre.

Además de ofrecer una contribución única al final de la Guerra Fría, el Papa Karol Wojtyla en sus casi 23 años de pontificado se ha movilizado para acabar con todo tipo de conflictos y guerras civiles. Gracias a su mediación directa, Argentina y Chile evitaron una guerra que parecía irremediable a causa del conflicto fronterizo sobre el Canal de Beagle, en 1979.

Desde que se conocieron los primeros casos de sida, Juan Pablo II movilizó a la Iglesia católica para que saliera en ayuda de las personas que han contraído el virus VIH. En estos momentos, una de cada tres personas con esta enfermedad es atendida en un hospital o centro clínico dirigido por una institución católica.

En febrero de este año, por ejemplo, Juan Pablo II destinó 435 mil dólares, recibidos de la caridad de los fieles, para ofrecer asistencia a los niños huérfanos del sida en Uganda.

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ZENIT Staff

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