La prensa ha manipulado las palabras del Papa sobre el divorcio

Entrevista con el presidente de la Unión de Juristas Católicos Italianos

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CIUDAD DEL VATICANO, 30 enero 2002 (ZENIT.org).- La prensa ha alterado las palabras de Juan Pablo II del discurso a la Rota Romana del pasado lunes en el que afrontó la delicada cuestión del divorcio, explican exponentes episcopales y laicos de la Iglesia en Italia.

El secretario general de la Conferencia Episcopal Italiana, el obispo Giuseppe Betori, ha aclarado que el Papa lanzó «un llamamiento a las conciencias» de los abogados y jueces; no una invitación a la «objeción de conciencia», que no está codificada jurídicamente en esta materia. El Papa de hecho no utilizaba este término.

El Papa dijo literalmente: «Los abogados, al ejercer una profesión liberal, pueden declinar siempre el uso de su profesión para una finalidad contraria a la justicia, como es el divorcio».

«Sólo pueden colaborar en una acción de este tipo –siguió diciendo– cuando, según las intenciones del cliente, no está orientada a la ruptura del matrimonio, sino a otros efectos legítimos, que sólo se pueden alcanzar en un determinado ordenamiento jurídico a través de la vía judicial».

Para comprender mejor las palabras del obispo de Roma, Radio Vaticano ha entrevistado al profesor Francesco D’Agostino, presidente de la Unión de Juristas Católicos Italianos.

–¿Excedió Juan Pablo II el campo de su ministerio al afrontar la cuestión del divorcio, como han afirmado algunos periódicos?

–Francesco D’Agostino: Lo que dijo el Papa, es decir, que el divorcio es un fenómeno devastador, no es una afirmación de carácter religioso-espiritual, es una fotografía exacta de la realidad social de hoy. La honestidad intelectual exige reconocer que el ordenamiento jurídico y social no puede asistir de manera pasiva e indiferente a la multiplicación de las crisis familiares. En lo que dijo el Papa no hay nada que vaya en contra de la realidad jurídico-positiva de los diferentes países. El hecho de que la ley prevea el divorcio no significa que debe ser superficialmente aceptado o favorecido.

–El Papa pidió a los abogados católicos y a todos los que trabajan en el campo jurídico que no se rindan ante la mentalidad «divorcista». Una dura exigencia, ¿no cree? ¿Exagerada?

–Francesco D’Agostino: No hay ámbito humano o profesional que no se plantee problemas de este tipo. Las exigencias de la ética son siempre exigencias duras y difíciles. Y nunca es fácil traducirlas inmediatamente en la vida cotidiana. Pero precisamente por este motivo el bien es fascinante y representa una estrella polar en la vida de todo hombre. Por tanto, es necesario reconocer que se requiere un compromiso arduo, responsable, y agotador, que en ciertos contextos, por suerte extremos, raya en lo heroico. Es una invitación a todos los juristas a mantener la conciencia de la altura de su profesión. El abogado no es un simple burócrata, que pone el sello en un documento preparado por otros, sobre el que no tiene ninguna responsabilidad. El abogado, junto al cliente, contribuye a construir, a remodelar la dinámica social, y no es posible pensar que la dinámica social quede abandonada a la merced de la superficialidad, que por desgracia nos rodea hoy, y que se manifiesta en nuestro caso en formas de crisis de vida conyugal y familiar verdaderamente desconcertantes.

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ZENIT Staff

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