Los religiosos proclaman que «Jesucristo es el futuro de la persona humana»

Según el cardenal Jean-Louis Tauran

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ROMA, viernes, 17 diciembre 2004 (ZENIT.org).- «Ora et labora» es el lema de la regla de la antigua orden de san Benito. ¿Tiene todavía sentido este eslogan que tanto ha inspirado a órdenes y congregaciones religiosas? O, por el contrario, ¿ha perdido su antiguo valor y significado?

La Fundación Ambrosiana Pablo VI, ha querido dar respuesta a estos interrogantes con un libro, presentado el pasado 6 de diciembre, en el Instituto Luigi Sturzo de Roma. El volumen, cuya edición ha sido preparada por Luciano Vaccaro y Claudio Stroppa, se titula «Ora et labora. Las comunidades religiosas en la sociedad contemporánea» (Busto Arsizio, Nomos 2003).

En la presentación, intervino el cardenal Jean-Louis Tauran, archivero y bibliotecario de la Iglesia Católica en Roma, quien criticó la tendencia a la inmediatez de la vida moderna que va en detrimento de la interioridad.

«No sólo de pan vive el hombre», recordó el purpurado francés, y añadió que las comunidades religiosas desempeñan la triple misión de «atestiguar la trascendencia de Dios, guiar a la persona humana a la búsqueda de la propia identidad y favorecer la colaboración entre individuos y naciones».

En un mundo que manipula y usa a la persona como un objeto, subrayó, «las comunidades religiosas, demuestran que es posible vivir juntos, ayudarse recíprocamente, construir relaciones humanas», porque «los religiosos proclaman que Jesucristo es el futuro de la persona humana».

El cardenal, que fue durante años secretario vaticano para las Relaciones con los Estados (conocido como «ministro» de Asuntos Exteriores de la Santa Sede) precisó que los religiosos «atestiguan su libre compromiso de servir al Evangelio y a la persona humana». Mientras que, frente a la banalización de la sexualidad, «La vida religiosa manifiesta el significado del amor humano y el sentido último de la vida».

«En una sociedad fascinada por el poder y la riqueza –añadió–, las comunidades religiosas proponen la fecundidad de la humildad y la pobreza».

«¿Quién mejor que una comunidad religiosa puede indicar el camino al hombre contemporáneo?», se preguntó el cardenal Tauran, al concluir su intervención.

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ZENIT Staff

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