Monseñor Crepaldi explica las contradicciones de algunas políticas familiares

La familia necesita una cultura renovada

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ROMA, domingo, 24 febrero 2008 (ZENIT.org).- «No bastan las políticas sociales para apoyar a las familias sino que hace falta una cultura renovada que promueva la una idea de familia fundada sobre el matrimonio y abierta a la vida», considera monseñor Gianpaolo Crepaldi.

El secretario del Consejo Pontificio Justicia y Paz expuso la posición de la Iglesia el pasado 16 de febrero, en la ciudad italiana de Rimini, en un encuentro organizado por las asociaciones diocesanas, al explicar la relación entre familia y bien común a la luz de la doctrina social de la Iglesia.

Partiendo del Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, en el que Benedicto XVI escribe que «la familia nace de un ‘sí’ responsable y definitivo de un hombre y de una mujer, y vive en el ‘sí’ consciente a los hijos que vengan», el obispo Crepaldi precisó que existe «un nexo clarísimo entre la vocación natural a la familia» y la vocación a «otro proyecto sobre nosotros que consiste en formar parte de la gran familia humana».

«Si el hombre no logra acoger la familia como vocación natural, ¿como podrá acoger la pertenencia a la más amplia familia humana como otra vocación natural a asumir responsablemente?», se preguntó el secretario de Justicia y Paz.

Monseñor Crepaldi subrayó que la familia no puede ser una «producción convencional y contractual» porque entonces entenderá «el bien común al máximo como un reglamento de condominio».

Mientras que, añadió el prelado, en la doctrina social de la Iglesia, el bien común de la familia se entiende como «una comunidad de hermanos y hermanas» que comparten «una vida buena en la verdad y en la justicia».

Para hacer realidad «políticas familiares de apoyo a la familia a través de la valorización de la familia –afirmó el secretario del dicasterio vaticano–, la cuestión principal es de orden cultural», se atiene a la «comprensión que las personas tienen de la familia y de su valor único», sin el cual «también las políticas tardarán en llegar o llegarán según modalidades incluso negativas para la misma familia».

Según el obispo Crepaldi, si «las políticas familiares consideran a la familia sólo como el terminal de la burocracia de los servicios sociales, sucede que las intervenciones son más dañinas que los daños que querrían remediar».

En este sentido, el prelado señaló lo que está sucediendo en los países del norte de Europa, caracterizados por medidas y ayudas sumamente eficaces hacia la familia, pero donde  al mismo tiempo se da una crisis de la familia: un número altísimo de hijos nacidos fuera del matrimonio, una duración brevísima de los matrimonios y formas de poligamia diacrónica.

«Esto porque –subrayó monseñor Crepaldi- las políticas fiscales están acompañadas por una legislación que equipara la convivencia de hecho, incluida aquella entre homosexuales, a la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, o prevé el llamado divorcio breve».

«Si las políticas de la familia no tienen en su base una correcta interpretación cultural de la familia misma, corremos el riesgo de ser contraproducentes y sobre todo de no ser valorizadoras de la familia misma, en cuanto protagonista», subrayó el secretario de Justicia y Paz.

«Por este motivo –añadió- debemos reclamar que la primera política familiar sea una política cultural a favor de la familia, que promueva una idea de familia fundada en el matrimonio y abierta a la vida».

En este contexto, el secretario de Justicia y Paz mencionó el documento «Propuesta de Estrategia de la Unión Europea para el Apoyo a las Parejas y al Matrimonio» aprobado por la Asamblea de los Obispos de la Unión Europea en noviembre de 2007.

En el documento se pone bien en evidencia que las crisis familiares generan pobreza a los niños obligados a vivir en familias monoparentales, a las madres solas e incluso a los ancianos y minusválidos que tienen menores posibilidades de asistencia y para los cuales aumenta la dependencia de los mecanismo de protección social.

En la Propuesta, los obispos europeos subrayan que «el alto índice de divorcios en la Unión Europea debería preocupar seriamente a los políticos». En los últimos 15 años, 13,5 millones de divorcios han afectado a más de 21 millones de niños.

Ante este cuadro dramático, subrayó monseñor Crepaldi, lo obispos europeos no han pedido sin embargo las tradicionales y genéricas políticas para la familia sino que han pedido «una política de promoción cultural de la familia fundada en el matrimonio, y políticas de apoyo a la vida de pareja y a la crianza de los hijos, incluida una prevención de las crisis matrimoniales y una educación a los jóvenes para que la familia y el matrimonio vuelvan a ser atrayentes para ellos».

En efecto, comentó el prelado, «necesitamos sí políticas para la casa o un sistema fiscal que no haga de un hijo un lujo, pero antes que nada necesitamos promover a los ojos de las jóvenes generaciones la verdad de la familia».

Por Antonio Gaspari, traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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