Monseñor Ignacio Carrasco ante el reto de dirigir la Academia para la Vida

El Papa lo nombró presidente de este organismo vaticano el pasado 30 de junio

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 9 julio 2010 (ZENIT.org).- La misión que ha puesto Benedicto XVI sobre los hombros de monseñor Ignacio Carrasco es enorme: como presidente de la Academia Pontificia para la Vida debe orientar a la Iglesia y al mundo científico ante los interrrogantes que plantea la biomedicina.

Este sacerdote, miembro del Opus Dei, es filósofo y también médico y cirujano. Ha sido rector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, profesor de bioética en la Universidad del Sagrado Corazón de Italia, y miembro del comité ético para la experimentación del Policlínico Gemelli de Roma.

Ha publicado numerosos artículos sobre bioética, como el libro Identidad y estatuto del embrión humano (Ediciones Internacionales Universitarias 2000).

La Pontificia Academia para la Vida busca estudiar, informar y formar sobre los principales problemas de biomedicina y de derecho, relativos a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en la relación directa que éstos tienen con la moral cristiana y las directivas del Magisterio de la Iglesia.

Monseñor Carrasco ha compartido con ZENIT la manera en que afronta su nuevo cargo y los desafíos que tendrá que afrontar.

–¿Cuál es su experiencia en la Academia Pontificia para la Vida?

–Monseñor Ignacio Carrasco: En la Academia empecé a trabajar en 1994 cuando fue instituida por Juan Pablo II, quien encargó al cardenal Fiorenzo Angelini, en esa época presidente del Consejo Pontificio para la Salud, y nombró como primer presidente a Jérôme Lejeune [el gran genetista francés]. Trabajé en la organización de la Academia, cuando fueron nombrados los primeros miembros y consultores. El cardenal Angelini me llamó y me pidió una colaboración para ser consultor de este dicasterio y darle una mano desde ese momento.

–Ha escrito varios libros a favor de la vida háblenos un poco…

–Monseñor Ignacio Carrasco: No soy muy escritor. De hecho, he escrito varios libros pero si me pidiera un ejemplar me costaría encontrarlo. Desde un punto de vista sistemático preparé la parte de bioética con una serie de manuales que fueron publicados contemporáneamente en italiano y español y que responden al esquema normal a los escritos de este estilo.

De otro lado, desde el punto de vista de temas concretos, he hecho estudios sobre la dignidad del embrión. Otro está en el lado absolutamente opuesto, que es el del tema de la muerte cerebral, un tema que ahora no trato con gusto porque genera polémica en algunos sectores.

–Hablando de la dignidad del embrión, usted es nombrado presidente de este dicasterio en un momento en que su país entra en vigencia la nueva ley del aborto…

–Monseñor Ignacio Carrasco: Esta nueva legislación es un desastre. Espero que esto no repercuta mucho y que no sirva de modelo para otros países. Es la primera vez que el aborto se reconoce como un derecho  que sustancialmente es matar a otra persona. Resulta inconcebible.

–¿Cómo defender la dignidad del embrión desde el punto de vista científico?

–Monseñor Ignacio Carrasco: El problema no es científico. Desde ese punto de vista está muy defendido. El problema es la naturaleza fundamentalmente socio política e ideológica y con esto no valen los argumentos científicos. Es un ámbito donde lo que cuenta es el poder y si el que tiene el poder no tiene ninguna intención de dialogar o, por lo menos de reflexionar un poco, pues ya con otras orientaciones no tiene mucho que hacer.

Es decir, al final lo que queda es el arma política y el arma política que tenemos los ciudadanos de hoy en día es poco. Los que conocen la política pueden hacer mucho más y esa es su gravísima responsabilidad. Hablando con un lenguaje futbolístico, digamos que la pelota la tienen ellos. Estudios científicos es lo que tenemos, pero quien toma las decisiones no escucha. Todo se reduce a derechos humanos, pero entendidos en un modo que cualquier realidad se convierte en un derecho humano. Yo no sé cuándo llegaremos al derecho a robar pero detrás de estas leyes lo que hay es una la lógica relativista.

–¿Y desde el punto de vista teológico y espiritual?

–Monseñor Ignacio Carrasco: Uno de los problemas que tenemos con respecto al embrión es que no se ve. Más que embrión debemos hablar de niño, que está en la fase inicial de su desarrollo. Por el hecho de que nosotros no lo percibimos,  está en una situación de tremendo peligro, en un tremendo riesgo.

La defensa del embrión es precedente a la misma mentalidad cristiana. Esto no quiere decir que nadie pensara en abortar. El pecado existe desde siempre. Todos sabemos que no se puede robar y sin embargo, en muchas culturas y en todos los tiempos se ha robado. El cristiano toma conciencia de que esa criatura es la plasmación de Dios, tiene la conciencia de que es una presencia de la acción divina.

De alguna manera, las criaturas en el inicio de su vida son como una especie de recordatorio de lo que es la acción de Dios en el mundo entre los hombres, quien actúa muchas veces sin que nosotros lo percibamos, porque lo que a veces percibimos es la maldad de los hombres y no la bondad de Dios. Él podría efectivamente paralizar a un asesino antes de que mate una víctima, pero no lo hace porque su amor funciona de otra manera.

–¿No es una contradicción el que ahora que la tecnología permite tantas maneras de percibir la vida humana desde sus primeros estadios haya una corriente contraria a la vida tan fuerte?

–Monseñor Ignacio Carrasco: Ciertamente es una contradicción. Hay mujeres que abortan y conservan la fotografía de esa criatura y ¡le muestran a sus amigas cómo era el niño! Esto me deja totalmente desconcertado y por otro lado coincide con las experiencias que tenemos de ver que somos capaces de un bien increíble y también de vivir una irracionalidad incomprensible. Se da una tendencia cada vez mayor a eliminar la sensibilidad moral.

–¿Cómo recibe usted este nombramiento?

–Monseñor Ignacio Carrasco: Tenemos un campo inmenso. No tenemos fuerzas para afrontar todos los desafíos a la vez, pero algunos sí. Estamos trabajando en temas muy específicos. Para el mes de septiembre pensamos trabajar fuertemente en dos temas con los equipos de trabajo formados por académicos: uno es el síndrome post aborto. La misión no es demostrar que existe este síndrome, sino ver exactamente qué es y qué consistencia tiene.

El segundo tema es la cuestión de los bancos de cordón umbilical porque es algo que se está formando y en lo que llegamos a un momento en el que nos podemos adelantar y ver qué tipo de problemas se enfrentan: si la gestión debe ser pública o privada. La gestión privada a veces se rige por la ganancia, la pública tiene en cuenta más la necesidad de las personas. Esto debe ser siempre un servicio para el ser humano. Debe ser el valor fundamental.

–Como miembro del Opus Dei, ¿qué es lo que más ha aprendido de las virtudes de san Josemaría Escrivá de Balaguer?

–Monseñor Ignacio Carrasco: Muchísimas cosas he aprendido. Obviamente la más práctica es la santificación del trabajo. Eso no será nunca una labor burocrática. Siempre en el trabajo hay intereses que son legítimos pero sobre todo, es necesario ver que el trabajo es algo que Dios lo permite para alcanzar la santidad y veo que aceptar la dirección de la Academia Pontificia es  concretamente lo que el Señor me pide.

Por Carmen Elena Villa

     

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ZENIT Staff

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