Pastoral de la Esperanza para separados en nueva unión

Un servicio del Movimiento de Schoenstatt en Paraguay

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PARAGUAY, jueves, 22 noviembre 2007 (ZENIT.org).- A fines de 2005, Sonia y Eduardo Morales, de la Obra Familiar de Schoenstatt de Paraguay, entonces secretarios ejecutivos de la Conferencia Episcopal Paraguaya, teniendo como obispo responsable a monseñor Claudio Jiménez, asistieron a un encuentro del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en Cochabamba, Bolivia. Fue la primera semilla de lo que germinaría en la actual Pastoral de la Esperanza para separados en una nueva unión.

En aquel encuentro, cada país aportó algo sobre el tema titulado «Familias irregulares». Con la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios, se preguntaron: si Schoenstatt es para todos, ¿no tenemos que hacer algo también nosotros, desde la riqueza de nuestra espiritualidad, para estos hijos de Dios que se encuentran en esta situación?

Compartieron su inquietud dentro del movimiento. Desde hace dos años, la llamada «Pastoral de Esperanza» (PE) se sumó así a otras iniciativas de lo que se denomina Pastoral Familiar del movimiento, junto con los talleres para novios, el servicio Acompañando, la Red de Santuarios Hogar, y otras que tienen como fin primordial «¡Salvar a toda costa a las familias!», como urgía Juan Pablo II.
En mayo de 2006, con una charla del padre Antonio Cosp y la presencia de aproximadamente treinta parejas, «se vio nacer este anhelo largamente soñado», explica a Zenit M. Kornelia Fischer, de la Oficina de Prensa de Schoenstatt.

Veían hacía tiempo, en el movimiento «que era necesaria una pastoral evangelizadora para los hermanos que viven una situación particular por el rompimiento de sus vínculos matrimoniales», añade Fischer.

La «Pastoral de Esperanza», indica «quiere ser una respuesta de la Iglesia, que no puede permanecer indiferente a estas situaciones dolorosas, para que como Madre y Maestra, desde este espacio que están aprendiendo a construir, cumpla con su misión de conducir a la salvación a todos los bautizados».

¿Con qué espíritu trabajan con los separados en nueva unión? «Les mueve el anhelo de acogerlos desde la verdad, con respeto y calidez. Acompañarlos con esperanza a superar el duro impacto de una separación y asumir el desafío de construir sólidamente las bases de una nueva vida. Schoenstatt quiere mostrarles que siguen siendo hijos de Dios como antes del rompimiento y que la actitud de hijos que se saben amados les ayudará a experimentar un perdón sanador y les abrirá caminos inéditos de crecimiento espiritual», indica la portavoz del movimiento.

La PE «no asume roles de mediación o negociación de conflictos, ni pretende constituirse en una terapia de parejas», comenta.

Como movimiento eclesial comprometido con la misión de construir familias a imagen de Nazaret, quieren hacerse eco de aquello a lo que Juan Pablo II, en su encíclica «Familiaris Consortio» (nº 65) les urgía: «La solicitud pastoral de la Iglesia no se limitará solamente a las familias cristianas más cercanas, sino que, ampliando los propios horizontes en la medida del corazón de Cristo, se mostrará más viva aún hacia el conjunto de las familias en general y en particular hacia aquellas que se hallan en situaciones difíciles o irregulares. Para todas ellas la Iglesia tendrá palabras de verdad, de bondad, de comprensión, de esperanza, de viva participación en sus dificultades a veces dramáticas; ofrecerá a todos su ayuda desinteresada, a fin de que puedan acercarse al modelo de familia que ha querido el Creador desde el principio y que Cristo ha renovado con su gracia redentora».

¿Y qué hacen? «Para que los separados en nueva unión experimenten de manera concreta lo que la Iglesia enuncia –explica Fischer–, les ofrecen durante este primer año un ciclo de encuentros formativos y vivenciales mensuales, en los que a través de diversos temas han trabajado en el fortalecimiento de su fe cristiana y de sus roles de pareja y padres».

A finales de octubre de 2007, se celebró el primer retiro espiritual en Tuparenda. Estaba abierto a todos aquellos separados en una nueva unión, independientemente de que hubieran o no participado en los encuentros mensuales del año.

En este retiro el objetivo era que las parejas experimentaran las «Recomendaciones del Pontificio Consejo para la Familia», de 14 de marzo de 1997: «Háganles saber a estos hermanos nuestros que la Iglesia los ama, no está alejada de ellos y sufre por su situación. Los divorciados y vueltos a casar son y siguen siendo miembros suyos porque han recibido el bautismo y conservan la fe cristiana».

Esos dos días fueron para estas parejas, indica Fischer «una bendición más que especial, una oportunidad de volverse a sentir hijos amados de Dios y de la Mater».

El matrimonio Domínguez –con seis hijos y una nieta, que el 20 de diciembre cumplen 32 años de casados ‘siempre felices y enamorados’–, son los asesores laicales de la Pastoral de Esperanza.

En Paraguay, unos tres mil matrimonios pertenecen a la Obra Familiar, y se dedican a diferentes servicios del fortalecimiento de la familia.

Para mayor información sobre la Pastoral de Esperanza, se puede contactarse con el padre Antonio Cosp pcosp@schoenstatt.org.py o el matrimonio Domínguez domingz@telesurf.com.py

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ZENIT Staff

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