"Por fin hay paz en Uganda"

La Iglesia ayuda a los desplazados a comenzar de nuevo 

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ROMA, martes 21 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Alcanzada la paz civil por la que tanto ha luchado en Uganda, la Iglesia católica afronta ahora una ingente labor de ayuda en la asistencia a las víctimas y desplazados.

El rector del seminario mayor de Alokolum (norte de Uganda), monseñor Cosmas Alule, ha informado a la asociación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada de que el campo de desplazados surgido durante la guerra civil en torno al seminario se está vaciando, pues en torno al 80% de los desplazados ya ha regresado a sus lugares de origen.

Según señala, pese a que el acuerdo de paz definitivo entre el Gobierno ugandés y los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor aún está por firmar, la guerra civil iniciada en 1988 ha finalizado y la situación es cada vez más estable.

Hace un año, todavía era peligroso permanecer en la calle. Hoy, la situación es diferente. «Por fin hay paz», aclara. 

No obstante, el rector también subraya que la Iglesia sigue afrontando desafíos fruto del conflicto.

Los futuros sacerdotes del seminario de Alokolum, que durante la guerra civil convivieron muy de cerca con los desplazados, asistiéndoles humana y socialmente, siguen ocupándose de ellos: ahora acuden a los poblados y ayudan a los recién retornados a comenzar una nueva vida.

Así, por ejemplo, algunos enseñan a los niños en las escuelas. Según señala monseñor Alule, muchos de sus alumnos han crecido en los campos de desplazados, sin conocer otro tipo de vida.

Estos niños tienen problemas de conducta, son intranquilos y no han podido aprender lo que significa el esfuerzo, la disciplina y el respeto al prójimo y a la propiedad ajena. Con ellos hay que empezar de cero.

Pero también los adultos tienen muchos problemas: en los campos han olvidado cómo ganarse el sustento, y toda una generación ha crecido sin saber lo que es una vida normal.

El rector señala que, en este ámbito, la generación de los mayores desempeña un importante papel, pues ha conservado los valores tradicionales y puede transmitírselos a los jóvenes.

Otro problema es el trauma que sigue aquejando a muchas personas que han presenciado cómo violaban a sus hermanas, madres y otras mujeres, secuestraban a niños y asesinaban a gente.

Para ayudarlos, los evangelizadores reciben una formación especial en un centro creado para este fin por la diócesis de Gulu. 

Monseñor Alule ha explicado que la Iglesia es, en estos momentos, «la única institución en Uganda que aún goza de confianza entre la población», porque también en los tiempos más difíciles permaneció al lado de los que sufrían.

Así, por ejemplo, el hecho de dejar el seminario mayor en Alokolum, en lugar de trasladarlo a una zona más segura, fue fruto de una decisión consciente.

Para el rector, fue una «decisión profética», pues, de otro modo, los creyentes podrían haberse llevado la impresión de que la Iglesia abandonaba a los necesitados para ponerse a salvo ella misma.

Según ha precisado, «el hecho de que la Iglesia compartiera alegrías y penas con la gente fue un signo importante para el futuro». 

En el seminario mayor de Alokolum estudian jóvenes procedentes de toda Uganda. Mons. Alule señala que aquellos que no pertenecen a la Diócesis de Gulu sabían lo que hacían cuando decidieron estudiar en esta región castigada por la guerra civil.

Según el rector, ninguno de los seminaristas ha salido indemne, y algunos de ellos también están traumatizados. No obstante, se ha podido comprobar que precisamente estos hombres se muestran especialmente sensibles y comprensivos en la pastoral dirigida a personas que han atravesado las mismas experiencias que ellos. Muchos de estos futuros sacerdotes nacieron en campos de refugiados, y algunos incluso fueron víctimas de secuestros. 

El rector ha explicado que el número de vocaciones sigue en aumento. De ahí que el problema principal del seminario mayor resida en la falta de espacio a la hora de acoger a todos los jóvenes deseosos de ser sacerdotes.

En el último año académico eran 163, y en el nuevo año académico serán 206. Aquí urge encontrar soluciones, a fin de que no se pierda ninguna vocación.

Pero monseñor Alule señala también que la formación es cada vez mejor. Entre otras medidas, se ha cambiado el plan de estudios, propiciando así que un número mayor de seminaristas concluya antes su formación.

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ZENIT Staff

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