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"Si vas a la fiesta, lleva globos"

El obispo de San Cristóbal de las Casas invita a una educación sexual responsable y no libertina para así favorecer la institución familiar

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VER
El Consejo Nacional de Población (CONAPO) está difundiendo, por todos los medios, este mensaje: “En el amor también hay horarios; no te adelantes a ser papá. Si quieres seguir con tus planes, actúa seguro. No se trata de prohibir, se trata de prevenir. Quedar embarazada debe ser lo más bonito que le puede pasar a una mujer, no a una niña. Si vas a ir a la fiesta, lleva globos. Lo caliente no quita lo inteligente. La responsabilidad es tuya. Es de todos. Es tu vida. Es tu futuro. Hazlo seguro”.
Pudiera parecer un mensaje simpático, necesario y conveniente para evitar embarazos no deseados. Tiene frases muy buenas, como invitar a la responsabilidad, cuidar la vida y el futuro. Pero no prohibir, llevar globos (condones), ser inteligente ante el desfogue corporal, es una invitación a disfrutar la sexualidad sin frenos, sin control ético, únicamente haciéndolo en forma segura, con condones o con lo que sea, para evitar embarazos. Es decir, dale rienda suelta a tus “calenturas”; nada más protégete…
¿Esto es educar para la responsabilidad? El mensaje promueve hacer lo que te dé la gana, dejarte llevar por tus pasiones, tener relaciones sexuales con quien se pueda y cuantas veces se pueda, sin prohibiciones… ¡Qué irresponsabilidad! ¿Qué tipo de adolescentes y jóvenes se están formando? Si tantas escenas eróticas de la televisión y de internet provocan el desenfreno sexual, con estos mensajes se incrementará el libertinaje.
PENSAR
Dice el Papa Francisco en su importante Exhortación La alegría del amor:
“Lamentablemente, muchas veces algunos programas televisivos o ciertas formas de publicidad inciden negativamente y debilitan valores recibidos en la vida familiar” (274). “Cuando los niños o los adolescentes no son educados para aceptar que algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo a la satisfacción de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del «quiero y tengo». Este es un gran engaño que no favorece la libertad, sino que la enferma. En cambio, cuando se educa para aprender a posponer algunas cosas y para esperar el momento adecuado, se enseña lo que es ser dueño de sí mismo, autónomo ante sus propios impulsos” (275).
“El Concilio Vaticano II planteaba la necesidad de una positiva y prudente educación sexual… Es difícil, en una época en que la sexualidad tiende a banalizarse y a empobrecerse. Sólo podría entenderse en el marco de una educación para el amor, para la donación mutua. De esa manera, el lenguaje de la sexualidad no se ve tristemente empobrecido, sino iluminado. El impulso sexual puede ser cultivado en un camino de autoconocimiento y en el desarrollo de una capacidad de autodominio, que pueden ayudar a sacar a la luz capacidades preciosas de gozo y de encuentro amoroso” (280).
“Con frecuencia la educación sexual se concentra en la invitación a «cuidarse», procurando un «sexo seguro». Esta expresión transmite una actitud negativa hacia la finalidad procreativa natural de la sexualidad, como si un posible hijo fuera un enemigo del cual hay que protegerse. Así se promueve la agresividad narcisista en lugar de la acogida. Es irresponsable toda invitación a los adolescentes a que jueguen con sus cuerpos y deseos, como si tuvieran la madurez, los valores, el compromiso mutuo y los objetivos propios del matrimonio. De ese modo se los alienta alegremente a utilizar a otra persona como objeto de búsquedas compensatorias de carencias o de grandes límites. Es importante más bien enseñarles un camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicación rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará, luego de un compromiso público, en la entrega de los cuerpos. La unión sexual en el matrimonio aparecerá así como signo de un compromiso totalizante, enriquecido por todo el camino previo” (283).
ACTUAR
Padres de familia, educadores, catequistas: dialoguen con adolescentes y jóvenes sobre estos mensajes, para ayudarles a ser críticos, formar su conciencia, educarse para una libertad responsable y, así, ser dueños de su cuerpo y de su corazón.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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