El Papa fue acogido bajo la lluvia por el rabino jefe de Viena, Paul Chaim Eisenberg, ante el austero monumento que conmemora a los 65.000 judíos vieneses que murieron en los campos de concentración nazis.
Horas antes, mientras viajaba en avión de Roma a Viena, el obispo de Roma había explicado a los periodistas que con este gesto quería expresar «la tristeza, el arrepentimiento y la amistad con los hermanos judíos para continuar adelante con el diálogo».
Un diálogo, aclaró, que debe continuar obviamente con las demás confesiones cristianas y con los musulmanes.