BUENOS AIRES, 29 enero 2002 (ZENIT.org).- Para explicarle al Papa «qué es lo que está pasando en la Argentina», cuando se encuentre con él en los próximos días durante la visita ad límina, el arzobispo de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, anticipó que le mostrará una secuencia de tres dramáticas fotos que reflejan la desesperación de un jubilado ante la grave crisis.
«La imagen que mejor me expresaba lo que sucede en el país era la implosión de las Torres Gemelas, pero prefiero estas tres fotos del anciano que se derrumba. Son más humanas y próximas», aclaró en declaraciones publicadas por AICA.
No obstante, manifestó su esperanza de que en los nueve años que faltan hasta el bicentenario de la Nación, «hay tiempo suficiente para gestar y dar a luz una Argentina nueva. Pero antes hay que concebirla».
Según su óptica, existen dos maneras de hacerlo. La primera es «por violación. Queriendo forzar la historia. Haciendo como si acá no hubiese pasado nada. Diciendo simplemente que de ahora en más hay una Argentina nueva, con un discurso patriotero, voluntarista. Pero eso sería muy estúpido, y la nueva Argentina nacería vieja».
La otra manera es el diálogo. Pero aclaró que «el diálogo amoroso no son sólo arrumacos. Muchas veces supone que los esposos aclaren situaciones. Y ello puede ser muy doloroso. Pero hay que hacerlo». Si bien no hay que acusarse ni pasarse facturas, sí cabe «decirse las cosas con sinceridad, también las del pasado. Sin un diálogo sincero, imposible concebir una Argentina nueva. Porque hemos de concebirla nosotros, no otros».
En el diálogo que actualmente lleva adelante el Gobierno, con la participación de la Iglesia, «está bien que se consideren los temas coyunturales y urgentes, pero sin perderse en ellos; también los temas llamados bisagras, a medio camino entre los coyunturales y los fundamentales; y sobre todo los temas capitales, que deberán aparecer en el acuerdo final».
Monseñor Giaquinta se alegró de que en ese diálogo existan valores como la necesidad de la confianza, credibilidad de la verdad, identidad nacional y solidaridad. En el primero de ellos está implícita la sinceridad, de la cual «los argentinos estamos muy faltos. Se ha dicho que el truco es el juego nacional, que consiste en vencer al otro casi sin tener barajas de valor. Sólo manejando con habilidad la mentira. Es divertidísimo. Pero haber llevado ese juego a la realidad social, en eso consiste la tragedia argentina».
Por último, pidió a los partidos políticos y a los sindicatos que comiencen su revisión a fondo. «No la teman –dijo–. Ni aún cuando tuviesen que declarar su propia defunción. Sin duda que podrán resurgir a partir de sus mejores elementos. De lo contrario, la crisis de representatividad acelerará su ruina».
