Una nueva relación entre Iglesia y arte para saber “ver lo invisible”

XX aniversario de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 26 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Hoy más que nunca es necesario proseguir en el “complejo y no siempre fácil recorrido que permitirá, a través de signos de reflexión y de comparación entre artistas y teólogos, desarrollar un tejido conectivo de imágenes y símbolos que consienta a nuestra sociedad volver a ser consciente de sus propias raíces culturales y de volver a adquirir la capacidad de ver lo invisible”.

Así lo afirmó hoy Francesco Buranelli, Secretario de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia, durante la rueda de prensa de presentación del vigésimo aniversario de esta institución.

En la rueda de prensa intervinieron también monseñor Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura y de la Comisión Pontificia, y el abad Michael John Zielinski, O.S.B. Oliv, vicepresidente del organismo.

En su intervención, Buranelli recordó que Juan Pablo II, con la Constitución apostólica Pastor Bonus de 1988, “tuvo la larga visión cultural de instituir una estructura a la que confiar la protección de los tesoros de la Iglesia en el mundo”.

La “excepcionalidad” de la Comisión Pontificia, explicó, está en el “valor de la universalidad”, porque no se trata de un dicasterio de tutela “ligado a límites territoriales o estatales”, sino que “remite a la vocación propia de la Iglesia de conservar, proteger y valorar todo bien cultural reconocido como patrimonio identitario de la cristiandad”.

“Se trata de una actividad diaria y densa”, observó Buranelli, subrayando la particular relevancia dada a la preparación de documentos de indicaciones y orientaciones y a los contactos con los organismos internacionales para “difundir una conciencia cada vez mayor del papel y del valor específico del patrimonio cultural religioso, particularmente del cristiano, dentro del patrimonio cultural de cada nación, y en consecuencia, en el patrimonio mundial de la humanidad”.

El Secretario de la Pontificia Comisión recordó la atención prestada recientemente por la prensa y por la opinión pública internacional ante el anuncio de la participación de la Santa Sede en la LIV Bienal de Arte Contemporáneo de Venecia 2011, con un Pabellón promovido por la Pontificia Comisión.

En su opinión, en todas partes se ha concordado que “ha madurado ya el momento de que la Iglesia asuma nuevamente, con valor, el papel de inspiradora y patrocinadora que durante siglos ha caracterizado la labor de la evangelización”.

“De ahí deberá partir la Iglesia para basarse de nuevo en ese diálogo con el arte y sobre el arte que la vio durante siglos en el centro del debate cultural y que parece haberse debilitado – hasta perderse en trivializaciones y disensiones – en el curso de los dos siglos apenas transcurridos”, comentó.

Nueva relación

Francesco Buranelli reconoció que el contraste entre la Iglesia y los artistas “ha vivido en estas últimas décadas momentos de nuevo e intenso empuje, que no por casualidad ha coincidido con la gran renovación teológica y litúrgica iniciada en la segunda posguerra, culminada en el Concilio Vaticano II, y que ha sido favorecida con conciencia y amplitud de miras por los últimos Pontífices”, hasta llegar al encuentro de Benedicto XVI con los artistas el 21 de noviembre pasado en la Capilla Sixtina.

En esta ultima ocasión, subrayó, se colmó “un vacío que era la triste consecuencia de la interrupción del vibrante y constructivo diálogo que la Iglesia había instaurado con el arte desde los albores del arte paleocristiano”.

Actualmente, la Iglesia no debe “tener miedo de esta amistad” con el arte.

Para que se instaure una nueva relación con el mundo artístico, es necesario en primer lugar “una implicación eclesial que no se limite a la escucha de la autorizada iniciativa de los pontífices, sino que haga de ella un tesoro y empuje a las Instituciones religiosas a actuar en iniciativas de formación y de estímulo para que lo que ha sido un movimiento ‘desde lo alto’ se haga operativo también ‘en la base’, para que desde la inspiración de las palabras del Magisterio nazca una nueva etapa artística para toda la Iglesia”.

Esto significa promover posturas como la atención de las Iglesias particulares por los artistas presentes en su propio territorio, la constitución de comisiones diocesanas de arte religioso contemporáneo y la creación de condiciones para que “el artista, acompañado, pero no limitado, en la adquisición de un lenguaje coherente y unitario, y de una sintaxis inteligible, puede afrontar la teología y el profundo conocimiento de los ritos y símbolos cristianos, y que al entrar en una iglesia sepa percibir qué es lo “sagrado” que su arte está llamado a hacer vivir en el corazón de los creyentes”.

“Sólo de esta forma – concluyó –, es patrocinio eclesial podrá salir de los atajos fáciles de las producciones ‘seriales’, y los artistas se sentirán nuevamente provocados por el tema de la relación con lo Inexpresable y podrán, confrontándose con el tema quizás más alto que la mente humana haya concebido, crecer en su camino de arte”.

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ZENIT Staff

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