(ZENIT Noticias / Porto Alegre, 10.01.2025).- La hermana Inah Canabarro Lucas, monja teresiana brasileña, ha logrado un hito extraordinario, convirtiéndose en la persona viva más anciana del mundo a los 116 años y 210 días. Su historia, marcada por la resiliencia, la fe y el servicio silencioso, ha captado la atención mundial tras la confirmación de su récord el 4 de enero por LongeviQuest, una organización dedicada a documentar la longevidad humana.
Un notable viaje de fe y supervivencia
Nacida el 8 de junio de 1908 en São Francisco de Assis, Brasil, los primeros años de la hermana Inah fueron todo menos prometedores. Los médicos creían que no sobreviviría a la infancia debido a su frágil salud. Sin embargo, desafiando todos los pronósticos, ha vivido dos guerras mundiales, la llegada de la electricidad a su ciudad natal y el surgimiento del Brasil moderno. La hermana Inah atribuye su longevidad a su fe inquebrantable y a su devoción a la oración, en particular al rosario, que a menudo se la ve sosteniendo en fotografías.
Su camino como monja comenzó en 1924, a los 16 años, cuando ingresó en el internado Santa Teresa de Jesús en Santana do Livramento, Brasil. Una década después, tomó sus votos en Montevideo, Uruguay, antes de regresar a Brasil para dedicar su vida a la educación. Enseñó portugués y matemáticas en Río de Janeiro durante décadas, y luego pasó a una vida más tranquila en la Casa Provincial de Porto Alegre en 1980.
Una presencia firme en los desafíos modernos
A pesar de su edad, la hermana Inah sigue conectada con el mundo que la rodea. Durante las celebraciones de su 116.° cumpleaños en junio de 2024, Porto Alegre estaba lidiando con inundaciones devastadoras que desplazaron a miles de personas. Incluso cuando enfrentaba problemas de salud, la hermana Inah se mantuvo en sintonía con la difícil situación de sus vecinos y ofreció oraciones que trajeron consuelo a su comunidad.
Su sobrino, Cléber Canabarro Lucas, destacó el poder de su presencia espiritual, diciendo: “Sus oraciones son poderosas. Saber que la Hermana Inah estaba orando por todos trajo consuelo a las personas durante estos tiempos difíciles”.
Aunque sus capacidades físicas han disminuido (tiene problemas de audición, visión y movilidad), el espíritu de la Hermana Inah sigue vibrante. Según su familia, los exámenes médicos no revelaron enfermedades específicas, y su fragilidad se atribuye únicamente a su avanzada edad.
Un legado de longevidad y fe
La longevidad de la Hermana Inah la coloca entre un grupo poco común de supercentenarios (individuos de 110 años o más) y la marca como la última sobreviviente conocida nacida en 1908. Su vida de devoción y servicio también se ha ganado el reconocimiento de los niveles más altos de la Iglesia Católica. En 2018, recibió una bendición apostólica del Papa Francisco por su 110 cumpleaños.
Es la segunda monja de mayor edad de la historia registrada, después de la hermana André de Francia, que falleció en 2023 a los 118 años y 340 días. La hermana Inah es también una de las tres únicas personas vivas de las que se ha comprobado que nacieron en la primera década del siglo XX.
Una vida arraigada en la sencillez y la alegría
Más allá de su devoción religiosa, la hermana Inah ha seguido siendo una fiel seguidora de su equipo de fútbol local, el Sport Club Internacional. Su conexión con el deporte, al igual que su vida, refleja su humildad y su conexión con la comunidad. “El fútbol es para todos, ricos o pobres”, dijo una vez en una entrevista.
Hoy, la hermana Inah vive una vida tranquila en un convento teresiano en el centro de Porto Alegre.
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