HWARI/ROMA, miércoles, 4 abril 2007 (ZENIT.org).- Ha fallecido el padre Paolo Noè en Birmania (Myanmar), el último de los misioneros del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) que lograron permanecer en el país asiático después de que el gobierno los expulsara en 1966.

Firma una nota testimonial sobre el sacerdote desaparecido el padre Bernardo Cervellera en la agencia «AsiaNews.it», del PIME, de la que es director.

«El padre Paolo fue un testigo de la epopeya heroica de muchos misioneros de la primera evangelización que, en la pobreza más absoluta, afrontaron durante décadas distancias inmensas a caballo o a pie para reunirse, en aldeas, con catecúmenos y cristianos», recuerda el padre Cervellera.

La noticia del fallecimiento del padre Noé --ocurrido el 29 de marzo pasado en Hwari, a los 89 años de edad-- la difundió el obispo diocesano, monseñor Peter Hla, presente en los funerales el 2 de abril.

En 1966 el gobierno cerró las fronteras a los misioneros extranjeros, expulsando también a cuantos habían llegado al país antes de la independencia.

El sacerdote del PIME había entrado en Birmania en 1948. Era el único misionero de los 29 que en el país asiático lograron conservar el visado. El gobierno de Rangún les amenazó con que si salían del país, no podrían regresar. «Así que todos juraron quedarse en Myanmar y morir allí», relata el padre Cervellera.

El gobierno no puso por obra en todos sus términos esta amenaza, pero los misioneros del PIME, ante la eventualidad del impedimento de retorno, evitaron todo lo posible viajar fuera de Birmania. Uno de ellos, el padre Igino Mattarucco, volvió a Italia por primera vez en 30 años.

A su llegada a Birmania (ahora llamada Myanmar por las autoridades), el padre Paolo estudió inglés, birmano y karen, y desarrolló su labor en la misión de Toungoo, Taunggyi y Pekhon, diócesis que nacieron de la primera evangelización de los misioneros del PIME.

Poco dotado para las lenguas, «su generosidad, dedicación y cariño le permitía comunicarse con facilidad y pasión», elogia el padre Cervellera.

Décadas estuvo comprometido el padre Paolo en la evangelización de las minorías Shan y Karen, entre los «Phadaung», conocidos por las «mujeres-jirafa»cuyos collares alargan sus cuellos. Fue muchos años superior de la misión, aún siendo el más joven de los sacerdotes.

Al alcanzar la edad de 80 años, se retiró como coadjutor a la parroquia de Hwari, fundada por el PIME en 1980. Allí sostenía y brindaba su consejo a jóvenes sacerdotes, religiosas y fieles, y al propio obispo de la diócesis de Pekhon, monseñor Peter Hla, quien de niño había sido uno de sus monaguillos.

«En el padre Noè estaba presente la conciencia y el gozo del anciano que ve su labor continuada por sus propios hijos y nietos espirituales que recogieron su herencia», recalca el padre Cervellera.

El compromiso del padre Noè y de los misioneros del PIME generó muchas comunidades cristianas y una nueva dinámica de desarrollo en áreas donde sólo había gran pobreza y tensiones sociales. Levantaron casas --cuyo bello estilo adoptaron las poblaciones locales-- y fundaron escuelas; alimentaban a la población y enseñaban agricultura, introduciendo nuevos cultivos.

Desde 1867 el PIME en Birmania (Myanmar) ha establecido seis diócesis. Prosigue su entrega en el país con la ayuda al desarrollo y con el apoyo a la formación de laicos y sacerdotes.