LIMA, 11 agosto (ZENIT.org).- Del 5 al 6 de agosto 32 mil jóvenes de todo el territorio de Perú celebraron el I Gran Encuentro Nacional en el campus de la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde vivieron momentos de alegría y reflexión, y participaron en un concierto de música en el que intervinieron Martín Valverde (México) y Luis Enrique Ascoy (Perú).
Tras el encuentro, 700 líderes de pastoral juvenil se reunieron en la cuidad de Huancayo para formular nuevas líneas de acción y compromiso sobre la misión de la pastoral juvenil peruana en el nuevo milenio.
Monseñor Alberto Campos, obispo de San José del Amazonas, y presidente de la Comisión Episcopal de Juventud, nos ha explicado en esta entrevista los motivos que han llevado al éxito de esta Jornada Nacional de la Juventud.
--Una pregunta con algo de candor... ¿Cuán popular considera usted que es Jesucristo entre los jóvenes peruanos?
--Monseñor Alberto Campos: Puedo dar una opinión, sobre todo, respecto a la selva porque es el campo donde trabajo. He sentido, mediante el contacto con los diferentes grupos parroquiales y movimientos, que los jóvenes ven a Jesús como un amigo, como una persona muy cercana. El mensaje del Evangelio es un proyecto positivo que responde a sus expectativas, a sus muchas carencias en el aspecto afectivo, a la falta de trabajo, entre otras situaciones conflictivas. Los jóvenes ven el proyecto de Jesús como una propuesta que los acerca más a ellos mismos y les da esa gran esperanza de seguir el camino para superar todo tipo de dificultades. Jesucristo aparece siempre como el modelo del joven maduro, el que llega a la plenitud de todas las aspiraciones y que va presentando a todos los jóvenes «el Camino, la Verdad y la Vida».
--La impresión que se tiene es que en este tiempo hay un incremento de la participación de los jóvenes en la Iglesia. ¿Corroboraría usted esta opinión?
--Monseñor Alberto Campos: Me parece que es acertada esta impresión, yo también la comparto. Los jóvenes a veces se dejan llevar por otro tipo de inquietudes --ideas sociales, modas-- pero en ocasiones se desilusionan. A inicios de este milenio, apreciamos que el joven quiere volver a esos valores más fundamentales que presenta el Evangelio y la Iglesia. El joven ve a la Iglesia como el espacio donde tiene libertad, donde puede vivir, donde puede ser joven y convivir con otros jóvenes que tienen inquietudes semejantes. El número se incrementa porque son ellos mismos los que se convierten en apóstoles de otros.
Percibo, sobre todo en la selva, que la mayoría de nuestras iglesias son iglesias de jóvenes. Son ellos los que van mostrando siempre el rostro de la Iglesia en diferentes eventos y celebraciones. Con quien uno cuenta con mayor seguridad son con los jóvenes. Antes se decía que los jóvenes eran el futuro de la Iglesia, yo considero que los jóvenes son el presente de la Iglesia. Son los que hacen la Iglesia hoy.
--Sin embargo, aún hablamos de una minoría de jóvenes cristianos comprometidos. La gran mayoría se encuentra alejada de la Iglesia. ¿Cuáles son estas fuerzas que mantienen lejos a muchos jóvenes?
--Monseñor Alberto Campos: Pienso que son ellos mismos los que consideran a la Iglesia como una entidad demasiado seria. Los jóvenes buscan su libertad en el deporte, las diversiones, los bailes, las modas y creen que la Iglesia no comparte eso. Sienten que la Iglesia aún no responde a sus inquietudes humanas. La tarea ahora es que los jóvenes comprometidos se acerquen a esa mayoría que todavía no lo está.
--En la actualidad, se habla de promover una «cultura de paz» como repuesta a la violencia que reina en el país. ¿Este rechazo de la violencia podría acercar a los jóvenes al seno de la Iglesia?
--Monseñor Alberto Campos: Sí, estamos viviendo una nueva etapa en donde los jóvenes buscan la paz. Son muy sensibles a todos esos ideales nobles que aparecen en el evangelio. Considero que «la cultura de la paz» y «la civilización del amor» son aspectos muy cercanos a los que el joven busca. Los jóvenes son los primeros en responder. Lo vemos en lo que está sucediendo en nuestro país: son los jóvenes los protagonistas de la lucha por la paz, son ellos los que promueven la democracia, el cambio --en el buen sentido de la palabra--, los valores cívicos y nos lo proponen a nosotros, que ya no somos tan jóvenes en edad, pero que mantenemos también nuestros ideales jóvenes.
--Es preocupante saber que uno de los más grandes temores de los jóvenes sea la soledad. El sentirse abrumado por los problemas y no encontrar ayuda alguna ha llevado a muchos al suicidio. ¿Qué les diría usted a esos jóvenes que tienen esa desesperanza, que están alejados de Dios y se sienten solos?
--Monseñor Alberto Campos: Yo les animaría a descubrir tantos valores que escondemos en nuestro ser. Y sobre todo, como cristianos que somos, que descubramos que somos hijos de Dios. Que el Señor nos ha creado para el amor, para ser felices, para construir el mundo. A veces la estima en el joven se viene abajo cuando se siente impotente, frustrado. Esta es una invitación para que no se sienta solo. A mí me impresiona mucho ese texto del Evangelio en donde Jesucristo se encuentra con una madre que ha perdido a un hijo, en Naím. Jesús se compadece del dolor de la mujer y le dice al hijo: «Joven, yo te lo digo, levántate». Creo que Jesús sigue hablándonos a los jóvenes, a todos, que nos levantemos. Quiere devolvernos esa dignidad, ese entusiasmo, esa vida, esa vitalidad para que el joven no se sienta tan deprimido, no se sienta que su vida ha acabado, para que no se sienta muerto sino siempre animado por el Espíritu del Señor. Creo que un mensaje cristiano es que el joven tiene que levantarse, reconstituirse. Jesús siempre confía en los jóvenes. Para Jesús lo más importante es que la persona siempre quiera seguir caminando, siempre quiera seguir creciendo.
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Aug 11, 2000 00:00