ROMA, 17 agosto (ZENIT.org).- El profesor Antonino Zichichi, presidente de la World Federation of Scientists (Federación Mundial de Científicos), asegura hoy en un artículo de portada del diario italiano «Il Messaggero» que la ingeniería genética es más peligrosa que la bomba atómica.
El artículo de este físico de la Universidad de Bolonia tiene lugar un día después de que el gobierno británico, dirigido por Tony Blair, haya dado su aprobación a la clonación humana con objetivos de experimentación. Para que pueda ser aplicada, sin embargo, tendrá que recibir el respaldo del Parlamento.
La política deja el lugar a la economía
El prestigioso científico comienza señalando que «la memoria histórica del segundo milenio nos lleva a dos reflexiones. Una sobre la violencia y otra sobre la técnica. El siglo pasado ha estado dominado por la violencia política y el desarrollo arrollador de la técnica que usa materia inerte».
Recuerda que la tecnología sobre la materia inerte, con las bombas de fisión y fusión nuclear, ha llegado a su máxima meta de devastación y durante medio siglo se ha vivido basados en la estrategia de la destrucción recíproca segura y nos ha tenido a un paso del desastre del holocausto nuclear.
Materia inerte y materia viviente
«Este nuevo milenio se abre con extraordinarias novedades –afirma el profesor Zichichi, quien ha sido también presidente de la European Physical Society–. La violencia política ha cedido el paso a la económica, y la técnica. En lugar de materia inerte, se está desarrollando basándose en la materia viviente. Si no fuese por esos pequeños criminales políticos que desgraciadamente existen todavía, podríamos decir que, desaparecidos Hitler y Stalin, ha quedado fuera de juego la violencia política de sello nazi y estalinista. Lamentablemente entra con pasos afelpados una forma diversa de violencia: la económica. Viene acompañada por una nueva forma de tecnología, que ya no se basa sobre materia inerte sino sobre materia viviente. Es como si la humanidad, llegada al fin de trayecto con la violencia política y con la tecnología sobre materia inerte, hubiera pasado a la violencia económica y a la tecnología sobre materia viviente».
Un peligro subrepticio
«¿Estamos mejor o peor que antes», se pregunta el profesor Zichichi. Y responde: «La violencia política actuaba al descubierto: Hitler y Stalin. La violencia económica, no. Con su tecnología sobre materia viviente, podrá llevar a desastres mucho más devastadores».
«Desastres que –añade– será necesario bloquear a tiempo con una acción cultural encaminada sobre todo a explicar al gran público que el uso de la ciencia (es decir la técnica) está dejando de ser ciencia, y que el enemigo número uno de la especie humana es el secreto de los laboratorios tecnológicos».
Recuerda los efectos nefastos del pasado reciente: en los tiempos de la guerra fría, el secreto alimentó la carrera de armamentos. Una carrera que nos llevó al maletín de los jefes de Estado de las dos superpotencias. En aquel maletín se podía accionar un botón, sin discutir. Quienes decidían eran los ordenadores. El jefe de Estado que hubiera apretado aquel botón sabía que la potencia devastadora desencadenada podía destruir al menos siete veces todos los centros propulsores del mundo. Este fue el resultado del secreto de los laboratorios militares.
Abrir las puertas de los laboratorios
«El secreto de los laboratorios «civiles» –afirma el científico– que –financiados por la violencia económica– estudian el uso de la ciencia sobre materia viviente puede llevarnos a resultados aún más devastadores. La ingeniería genética, como dice la misma palabra, no es ciencia. Si dejamos libertad de acción a la violencia económica y a su tecnología sobre la materia viviente, podremos estar seguros de un dato: los historiadores del año diez mil podrán saber quiénes fueron Hitler y Stalin, pero no podrán conocer los nombres de los criminales del siglo XXI y de sus delitos contra la vida y la dignidad de esta forma de materia viviente llamada hombre».
«Es necesario –urge Antonino Zichichi– ponerse de acuerdo para que las puertas de cualquier laboratorio se abran, sin excepción alguna. Y no se debe olvidar que es equivocado prohibir en nuestra casa los estudios sobre temas que otros, secretamente, tratan de realizar. La apuesta es altísima. En el tercer milenio, en el que hemos entrado, será bueno dar vida a una cultura científica que enseñe a distinguir la ciencia de la técnica para que la violencia, en todas sus formas (política o económica, pueda ser erradicada de la vida civil. Y pueda hacerse realidad una ciencia sin secretos y sin fronteras con aplicaciones tecnológicas exclusivamente encaminadas a mejorar la calidad de la vida y a defender la dignidad de la especie humana».