Este estadounidense, encargado en última instancia de la organización del encuentro, ha querido revelar lo que más le ha impresionado de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), empezando por las confesiones en el Circo Máximo que, afirma «son un hecho importante sobre el que toda la Iglesia debe reflexionar». Y da las gracias a la Iglesia italiana y a la de Roma por el trabajo realizado para lograr el éxito de estas jornadas: «No era un desafío fácil».
–La JMJ acaba de terminar ¿Qué nos puede decir?
–Creo que lo primero que hay que subrayar es que se ha tratado de un gran tributo al Papa, que tiene de verdad un gran carisma, como ha demostrado la acogida de los jóvenes. Lo que más me ha impresionado han sido las confesiones en el Circo Máximo, porque este sacramento es un segundo bautismo, y este redescubrimiento significa una recuperación de la inocencia bautismal: es muy importante para la Iglesia, para toda la Iglesia, empezando por los obispos, ver que estos
jóvenes piden recibir el sacramento de la reconciliación.
–¿Cómo son los jóvenes que han venido a Roma?
–Es la generación del Concilio Vaticano II, pero como se ha puesto de manifiesto muy claramente en el Foro Internacional, sus preguntas son muy diferentes de las de los chicos de los años sesenta y setenta. Me parece que su atención está hoy especialmente focalizada sobre el significado de la cruz de Cristo, esa cruz peregrina que el Papa les confió hace 16 años. ¿Cuál es su significado? ¿Por qué la peregrinación? ¿Por qué el Papa la confió en el 84? Estas eran las preguntas, y me parece un hecho importante, que hay que subrayar.
–Para buscar esta respuesta han llegado dos millones. ¿Se lo esperaba?
–No, de verdad. Ha sido una gran sorpresa para mí y creo para todos. Nuestras expectativas iniciales giraban en torno a las quinientas mil personas, luego con el tiempo han aumentado pero ciertamente no nos esperábamos que se pudiese llegar a los dos millones. Creo que a este respecto hay que reconocer y agradecer el gran trabajo de la Iglesia italiana y de la Iglesia de Roma. Ayer por la tarde volví a ver en televisión un servicio sobre el encuentro con el Papa en Tor Vergata y he podido apreciar nuevamente una cosa de verdad hermosa, muy bien organizada, desde la parte logística a todo lo demás. Obviamente, este agradecimiento debe hacerse extensivo a toda Italia y en especial a la ciudad de Roma porque no era un desafío fácil, con dos millones de personas llegadas a la vez, como no había sucedido nunca. Sí, era muy difícil.
–En resumen ¿ha salido todo bien?
–Sí, muy bien. Por esta Jornada debemos atribuir un gran mérito al cardenal Camillo Ruini, obispo vicario de Roma, y a sus colaboradores, al gobierno italiano y al de Roma.
–¿Cómo se prepara la cita de Toronto?
–El domingo pasado, el embajador de Canadá ante la Santa Sede ofreció una recepción en la que han tomado parte los
obispos canadienses, los miembros del gobierno de Ontario, de la ciudad de Toronto y otros. Se ha hablado mucho obviamente de la próxima JMJ y me parece que todos son muy favorables a este evento. Pienso que será un acontecimiento muy importante no sólo para la Iglesia sino para todo Canadá, una tierra donde se confrontan tres grandes culturas: la inglesa, la francesa y la indígena.