ROMA, 1 sep (ZENIT.org).- Carlo Rubbia, un hombre de ciencia, premio Nobel
de Física, reflexiona sobre la advertencia hecha por Juan Pablo II contra
la clonación el martes pasado ante el Congreso sobre Transplantes que se
clausuró el 31 de agosto en Roma. El nombre de Carlo Rubbia figura, además,
entre los 1.500 ponentes en el Jubileo de las Universidades que tendrá
lugar del 3 al 10 de septiembre.
«El Papa –afirma en declaraciones al diario italiano «La Repubblica»– ha
dicho lo que tenía que decir y lo ha dicho bien y claro». Y esto porque
«hay principios fundamentales que la ciencia debe respetar. Una cierta
moderación en la investigación científica no hace mal». Como físico
nuclear, Rubbia asegura conocer demasiado bien «el contraste entre la
belleza del descubrimiento y la preocupación por sus consecuencias».
Ha sucedido con la energía nuclear y está sucediendo con la ingeniería
genética. Pero aquí se discute de manipular vidas para salvar otras. Para
el profesor, que además es director del Ente para las Nuevas Tecnologías,
la Energía y el Ambiente de Italia (ENEA), «se trata sobre todo de decidir
qué cosa es la vida», pero como «la respuesta no es simple», se nos podría
preguntar «cómo ha podido suceder que centenares de miles de embriones se
acumulen en los frigoríficos de los centros de lucha contra la
esterilidad». Este es el mecanismo preocupante «que hemos puesto en marcha
y que crea seres destinados a permanecer durante años en un congelador
–observa el premio Nobel– sin que nadie se preocupe por las consecuencias
que puede tener tal origen, fuera de la norma, sobre la persona generada a
partir de un embrión congelado».
Esta persona «venida del frío –se pregunta Rubbia– ¿no portará quizá
cualquier signo físico o psíquico de su procedencia?. La investigación
científica –sostiene el premio Nobel– debe por tanto usar «el acelerador
con sentido común», tomarse «el tiempo para reflexionar» y no dejarse
contagiar por la sociedad actual «superficial y arrogante».
La misma carencia de reflexión ve Rubbia en quien auspicia y anima la
clonación humana. «Trato de meterme dentro de la persona interesada, en
este caso dentro del clon, y me pregunto qué haría. ¿Soportaría una
situación como ésta?». Y responde: «Pienso que reaccionaría invocando el
derecho a una vida propia, única e independiente».
«Porque no es como tener un hermano gemelo. Basta pensar en ello
seriamente. Es más, bastaría –concluye Rubbia– meterse en el pellejo del
clon».