CIUDAD DEL VATICANO, 5 septiembre (ZENIT.org).- Cuando se cumplía el tercer aniversario de la muerte de la Madre Teresa de Calcuta, Juan Pablo II recibió a 7.000 Misioneros de la Caridad, padres e hijos de familias adoptivas y amigos y colaboradores de la obra de Madre Teresa, que se encontraban en Roma celebrando su Jubileo.
Recordando a esta «singular hija de la Iglesia, que se entregó completamente a la caridad», el Papa dijo: «Recordamos su sonrisa, sus ojos profundos, sus cuentas del rosario. Todavía nos parece verla en camino por el mundo a la búsqueda de los más pobres entre los pobres».
Juan Pablo II mantuvo durante años una cercana relación con la religiosa albanesa, premio Nobel de la Paz. Fue él quien le pidió instalar en el Vaticano el Don de María, una casa en la que las Misioneras de la Caridad acogen a mujeres sin techo de la ciudad de Roma y en la que ofrecen comida, ropa y asistencia humana espiritual a los más necesitados.
«Sabemos bien cuál era su secreto: se había llenado de Cristo y por eso miraba a todos con los ojos y con el corazón de Cristo». «No le costaba trabajo «adoptar» como hijos a sus pobres –añadió el Santo Padre–. Su amor era concreto, decidido; la llevaba hasta donde pocos tenían valor para ir, donde la miseria era tan grande que daba miedo».
El Santo Padre, refiriéndose a la «maternidad espiritual» de Madre Teresa, habló de su movimiento en favor de la adopción y subrayó que «adoptar a un niño es una gran obra de amor».
Pero, agregó «nuestro tiempo es también testigo desgraciadamente de numerosas contradicciones». Por una parte, hay niños que se quedan sin familia, y, por otra, «hay muchas parejas que deciden a veces no tener hijos por motivos de carácter egoísta. Otros se dejan desalentar por dificultades económicas, sociales o burocráticas. Otros, ante el deseo de tener un niño «propio» a cualquier precio, van más allá de la ayuda legítima que la ciencia médica puede asegurar a la procreación».
Como alternativa a estas maneras discutibles de tener un hijo, prosiguió, «la existencia misma de tantos niños sin familia sugiere la adopción como un camino concreto del amor».
El Papa terminó sus palabras recalcando que «la Madre Teresa de alguna manera se hacía eco de las palabras de Cristo: «Dejad que los niños se acerquen a mí», cuando decía a las madres que sentían la tentación de abortar: «Traedme a vuestros hijos»».