TURIN, 11 sep (ZENIT.org).- El arzobispo de Turín, monseñor Severino Poletto, cumple un año desde que inició su ministerio en la diócesis que tiene el privilegio de conservar la Sabana Santa, expuesta de manera especial con motivo del Jubileo. Ha sido un reclamo que ya ha atraído a cerca de 260.000 peregrinos de todo el mundo. Con este motivo ha concedido una entrevista al diario «Avvenire».
–Un año de arzobispo de Turín. ¿Cuáles son los elementos para un balance?
–Más que un balance, quisiera expresar mis impresiones. Ante todo, puedo decir que la grandísima conmoción que tenía al comenzar mi ministerio pastoral en esta gran diócesis no ha desaparecido, pero ha encontrado consuelo en estos tres valores que he reencontrado en la comunidad cristiana turinesa: una acogida positiva de mi persona y de mi ministerio; una gran vivacidad en la Iglesia turinesa que he podido comprobar y que antes desconocía; y, por último, las grandes posibilidades de un camino pastoralmente fecundo que estoy entreviendo, tras los muchos contactos realizados en este primer año.
–¿Y los aspectos problemáticos?
–El problema más evidente es general, y entre nosotros muy agudo: la evangelización. El Santo Padre llama la atención justamente sobre la necesidad de la «nueva evangelización», en una realidad, a veces un poco triste de bautizados que no viven ya como cristianos. Una realidad problemática es la situación precaria de tantas familias, tanto a nivel moral –¡cuántas familias desunidas, no regulares!– como a nivel económico y social, por las dificultades en el trabajo y por la inseguridad social generalizada. Y luego, no el último, el problema de la escasez de vocaciones sacerdotales, aunque para el próximo año escolar me parece notar una señal de inversión de tendencia.
–En este primer año, se ha entrevistado personalmente con todos los sacerdotes de la diócesis (más de 600) y ha puesto en marcha una serie de iniciativas y proyectos. ¿Qué cambios prevé para la Iglesia turinesa?
–No dispongo de fórmulas mágicas para la solución de los problemas, pero siento la responsabilidad de tratar de relanzar la vida cristiana en nuestro territorio. Querría sobre todo relanzar la colaboración entre los sacerdotes, los diáconos, los religiosos y sobre todo entre los laicos. Turín tiene una tradición fuerte de presencia del laicado católico en la pastoral. Propondré a la diócesis un plan pastoral para el decenio. Hay que poner en marcha la reflexión sobre las «unidades pastorales», para reorganizar la colaboración entre parroquias cercanas. Más que cambios se trata de un camino gradual a realizar con la colaboración de todos.
–La Iglesia turinesa, este año, ofrece una iniciativa de gran relieve como es la exposición de la Sábana Santa, que se presenta, más allá de la curiosidad y de los debates científicos y sociológicos, como una experiencia de fe.
–Proponer a todo el mundo la experiencia de la peregrinación a la Sábana Santa nace de una motivación espiritual y pastoral. El lema mismo que he elegido –«Busco tu rostro Señor»– invita a vivir esta visita en la perspectiva de la fe. La investigación científica seguirá su curso, no es de mi competencia expresar juicios al respecto. Lo importante para mí es dejarse interpelar por esta imagen que me remite a Cristo: rezar ante ella y buscar el rostro del Señor. La experiencia de fe nos lleva a encontrar también dentro de nosotros la imagen de Cristo, reconocer que somos «templo» donde Dios habita, como dice San Pablo; y todavía buscar el rostro del Señor lleva a encontrarlo en el rostro de los hermanos, sobre todo los que sufren. La peregrinación a la Sábana Santa es la ocasión para experimentar este camino de fe. Por esto se ha querido ofrecer a los peregrinos la posibilidad de la confesión, la adoración eucarística y la muestra de la caridad.
–Una exposición extraordinaria en muchos aspectos. Han venido ya, en los primeros veinte días, extranjeros de 121 países. Sobre todo han venido los jóvenes de la Jornada Mundial.
–Esta exposición es especialmente significativa por su calidad, más que por el número o las estadísticas. Comenzó con antelación, el 12 de agosto para acoger a los jóvenes y la respuesta ha sido entusiasmante. He vivido la acogida de los jóvenes en Turín y luego la semana romana de la Jornada Mundial de la Juventud, guiando la catequesis de tres grupos y participando en la vigilia de Tor Vergata. Conservo como un tesoro el recuerdo vivo de estos dos millones de jóvenes, fascinados no sólo por el Papa, sino sobre todo por la actualidad del mensaje y de la persona de Jesucristo. Los jóvenes intuyen de modo fuerte que sólo Jesucristo les puede dar las respuestas importantes. En este caso, nosotros los adultos tenemos mucho que aprender de ellos.