CIUDAD DEL VATICANO, 25 sep (ZENIT.org).- Juan Pablo II recibió esta mañana, en la basílica de San Pedro del Vaticano, a 3.550 fieles suizos que vinieron en peregrinación jubilar junto al cardenal retirado Henry Schwery, al presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Amédée Grab, y otros obispos de la Confederación Helvética.
Este es el «Día de los Suizos», exclamó el Papa en su saludo en alemán. El encuentro se convirtió en una ocasión propicia para que el pontífice expresara su aprecio por el Cuerpo de la Guardia Suiza Pontificia, comprometido en un «servicio fiel y escrupuloso» que precisamente en el año del gran Jubileo exige un esfuerzo extraordinario.
La Guardia Suiza se convirtió en el foco de atención de los medios de comunicación de todo el mundo en la noche del 4 de mayo de 1998, cuando un vicecabo, en un arrebato de locura, asesinó al recién nombrado comandante del Cuerpo militar más antiguo del mundo, Alois Etermann, y a su mujer, la venezolana Gladys Meza. Instantes después, el joven se suicidó. Desde los primeros instantes, Juan Pablo II se mostró muy cercano al drama que vivieron todos los guardias suizos. Dos días después de lo sucedido, expresó públicamente palabras de cercanía a la familia del vicecabo que provocó los hechos y pidió oraciones por él.
«La Guardia Suiza es la tarjeta de visita viviente del Vaticano», dijo Juan Pablo II, y los suizos «pueden estar orgullosos de estos dignos representantes de su querida tierra en la casa del sucesor de Pedro».
La Puerta Santa
El Papa subrayó a continuación el significado de la Puerta Santa del Jubileo, que representa al mismo Cristo, y que está abierta de par en par a todos los hombres. Al atravesarla, en signo de conversión, el peregrino cumple un acto de «profunda profesión de fe». Ahora bien, añadió, en el mundo de hoy hay muchas otras puertas que invitan a entrar y que, sin embargo, no traen satisfacción y felicidad, pues pueden hundir a los hombres en el vacío y en la dependencia. El peregrino que regresa de Roma puede, por tanto, ofrecer una indicación a quienes se encuentran en búsqueda de una vida llena de significado.
En sus saludos en francés e italiano, Juan Pablo II invitó a los peregrinos suizos a participar de manera cada vez más activa en la vida de sus comunidades espirituales, y alentó en particular la formación espiritual y moral de los jóvenes.