CIUDAD DEL VATICANO, 26 sep (ZENIT.org).- La Unión Europea «se inspira» en la «propia herencia cultural, humanística y religiosa». Así se inicia el preámbulo de la «Carta de los derechos fundamentales» de la Unión Europea, en su nueva versión, profundamente modificada que acaba de entregarse a los gobiernos.
Una versión que, al menos en parte, parece haber tenido en cuenta las sugerencias de la Iglesia católica. La primera versión, del 28 de julio, sólo hablaba de una Europa «fundada sobre valores comunes». Ahora esta especificación en el texto, parece un decidido paso adelante. Pero no faltan las dificultades. Según se ha podido saber –informa el diario italiano católico Avvenire– habría encontrado la oposición del presidente francés Chirac que tendría la intención de pedir la supresión
justamente de las referencias a la «herencia cultural, humanística y religiosa».
No se trata de la única novedad. El texto indica también que la Unión «coloca a la persona en el centro de su acción, instituyendo la ciudadanía de la Unión y creando un espacio de libertad, seguridad y justicia», algo que se acerca a lo que pidió Juan Pablo II el pasado sábado.
En articulo 1 se especifica que «la dignidad humana es inviolable. Debe ser respetada y protegida». Sigue el rechazo de la pena de muerte (artículo 2) y también algunos principios en materia de sanidad e investigación. El artículo 3 prevé que, «en el campo de la medicina y de la biología, deben ser especialmente respetados el consenso libre y claro de la persona según las modalidades definidas por la ley; la prohibición de prácticas eugenésicas, en especial las que tienen como fin la selección de las personas; la prohibición de hacer del cuerpo humano y de sus partes, en cuanto tales, una fuente de beneficio; la prohibición de la clonación reproductiva de seres humanos». El documento no se opone explícitamente a la mal llamada «clonación terapeútica», pero constituye es un evidente freno a la línea apoyada por el gobierno británico de Tony Blair.
En al artículo 10, se reconoce «el derecho a la objeción de conciencia, según las leyes nacionales que regulan su ejercicio». Es especialmente significativo que esta modificación haya sido integrada en el artículo definido como «Libertad de pensamiento, de conciencia y de religión». Otra modificación importante es la afirmación del «derecho al trabajo» y el derecho a la constitución de sindicatos, reconocido también a los inmigrantes.
Se queda sin embargo corto el artículo dedicado a la familia. La formulación ha quedado muy breve y de amplia interpretación lo que había provocado una de las críticas del mundo católico europeo. Dice que «el derecho a casarse y el derecho de formar una familia están garantizados según las leyes nacionales que reglamentan el ejercicio». Nada más. Algo se encuentra en el artículo dedicado a la infancia, con el reconocimiento para todos los niños «de mantener regularmente relaciones personales y contactos directos con los dos progenitores, salvo cuando esto sea contrario a sus intereses».