ROMA, 4 dic (ZENIT.org–AVVENIRE).- ¿Es posible encontrar hoy una mirada auténtica hacia las personas con minusvalía? ¿Qué espacio existe para vislumbrar su misma mirada y escuchar sus pensamientos? A estas preguntas responde en esta entrevista Giuseppe Pontiggia, conocido novelista, autor de la reciente novela en italiano «Nacidos dos veces», cuyo protagonista es Paolo, un chico nacido con parálisis cerebral.
La novela es ciertamente recreada, ahora bien, Pontiggia sabe qué es lo que escribe, pues tiene un hijo minusválido. La novela esta a punto de ser traducida en español para América Latina, en inglés en Estados Unidos, e incluso será publicada en China.
–¿Debemos todos renacer a un modo más lúcido de entender la minusvalía?
–Giuseppe Pontiggia: Pienso que la minusvalía exige una mirada desde diferentes perspectivas, atenta a los aspectos dramáticos pero también sensible a la ironía y a la comicidad. En general predomina el tono de la denuncia o de la reconstrucción edificante o consoladora. En realidad para comprender y contar la verdad de la minusvalía, como de toda realidad humana, creo que haga falta mucha imaginación. Debemos lograr, al mismo tiempo, traspasar los límites que nos ponemos y amar y respetar los límites que existen realmente.
–¿Usted pretendía esto con su novela?
–Giuseppe Pontiggia: Mi objetivo era sobre todo la belleza. He buscado las palabras y las imágenes capaces de revelarla. Así sucede cuando describo la impresión del padre ante el pequeño recién nacido: lo ve con el cráneo deformado y le parece «una divinidad mesopotámica». Es una imagen de terrible esplendor. Como la minusvalía que quiero narrar.
–El mismo Paolo, en una especie de pedagogía contra corriente, enseña al padre a mirar la minusvalía en la complejidad que une a todas las personas…
–Giuseppe Pontiggia: El padre de la novela tarda quince años en conquistar aquella mirada sobre la minusvalía que Paolo encuentra, en cambio, desde la infancia. Sólo al final, el padre lograr amar al hijo por lo que es, en su diversidad. Ciertamente, la minusvalía es la forma más vistosa de una diversidad y de una inadaptación que afecta a todos. Todos, hoy, tenemos experiencia de formas de minusvalía –emotiva, psicológica, intelectual, física o profesional– respecto a las exigencias del mundo en el que vivimos. El secreto está en lograr aceptarnos por lo que somos y por lo que se querría fuéramos.
–El protagonista de su novela va a la iglesia y a la parroquia. Y afirma convencido que la oración no es magia. ¿Cómo es la fe de una persona minusválida?
–Giuseppe Pontiggia: Otro de los equívocos a superar es el de pensar que la fe de una persona con minusvalía sea generada por una exigencia compensatoria. A veces se piensa que los minusválidos tienen una especie de delegación colectiva por la que cargan con el sufrimiento de todos y, en nombre de su dolor, pueden obtener de Dios lo que puede hacer mejor la vida. No es así. Creo que la fe auténtica es una energía que nace dentro de la persona. Las dificultades pueden hacer más rigurosa la fe pero no generan la fe. Homero nació poeta, no fue la ceguera la que le hizo artista. La fe de Paolo, de la que hablo, es auténtica porque no nace de lazos contractuales. Es fe pura: no fuga sino conquista. Muchos me han dicho que se reconocen más en la fe intermitente y vagamente chantajista del padre, que en la fe libre del hijo paralítico cerebral.