CIUDAD DE MÉXICO, 10 dic 2000 (ZENIT.org).- El obispo de San Cristobal de las Casas, Felipe Arizmendi, ha considerado que son muy positivos los pasos que está llevando a cabo para lograr la paz en Chiapas, en declaraciones recogidas ayer por el diario capitalino «Reforma».
No obstante, Arizmendi considera que queda mucho por hacer: «Con firmar un papel no vendrá la paz. Es necesario que todos asuman nuestra responsabilidad para contribuir a la reconciliación, la Iglesia católica está ya trabajando en ello».
Asimismo, el prelado, que sucedió en el cargo a monseñor Samuel Ruiz, considera que es necesario que el poder legislativo elabore nuevas leyes que respeten la diversidad de culturas étnicas.
Ayer tomó posesión de su cargo, como nuevo gobernador del estado de Chiapas, Pablo Salazar Mendiguchía, quien en su discurso anunció la creación de una comisión que se encargará de estudiar los casos de más de un centenar zapatistas presos que podrían recuperar la libertad.
En la ceremonia, estuvieron presentes tanto monseñor Arizmendi como el nuevo presidente de México, Vicente Fox, y el presidente de Guatemala, Alfonso Portillo.
Vicente Fox, en un gesto que quiere relajar la tensión, retiró el pasado 1 de diciembre 53 retenes militares de la zona de conflicto. Asimismo, Fox llevó el martes a la cámara legislativa la Ley de derechos y cultura indígena cuya aprobación es condición indispensable para reiniciar el diálogo, según informó el pasado sábado, el líder de la guerrilla zapatista, el subcomandante Marcos.
Marcos — identificado como Rafael Sebastián Guillén– es el líder, portavoz e ideólogo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (ELZN), movimiento que tomó con las armas seis ciudades del estado de Chiapas el primer día del año de 1994, cuando entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC-NAFTA) con los Estados Unidos y Canadá.
El gobierno envió tropas para reprimir la insurrección. Tras doce días de enfrentamientos y más de 120 muertos según fuentes oficiales (400 muertos, según el EZLN), se iniciaron las conversaciones entre el EZLN y el gobierno, que más tarde quedarían congeladas, al igual que el proceso de paz en la región. La llegada al poder de Fox, el primer presidente mexicano que no pertenece al Partido Revolucionario Institucional (PRI) después de más de 70 años ha sido interpretada por los especialistas como un paso que podría desbloquear la situación.