BELÉN, 25 dic 2000 (ZENIT.org).- Belén ha vivido una Navidad entre la esperanza de las nuevas negociaciones y el eco de los disparos.
En homilía de la misa de Nochebuena, el patriarca latino de Jerusalén, Michel Sabbah, lamentó que el mensaje de paz que había traído el mes de marzo pasado Juan Pablo II a Tierra Santa no haya sido acogido todavía.
La eucaristía tuvo lugar, como todos los años en la Iglesia de Santa Catalina, en Belén, en presencia de las autoridades locales –participó el líder palestino Yasser Arafat–, miembros del cuerpo diplomático, y de los fieles locales que llenaban el recinto sagrado.
Sin embargo, la ausencia de los peregrinos era casi total. El alcalde de Belén, Hanna Nasser, confirmó que sólo 400 personas han entrado en la ciudad en la que nació Jesús para celebrar la noche y el día de Navidad. El año anterior habían sido 10 mil.
Sabbah agradeció a las Iglesias católicas, ortodoxas y evangélicas que «en medio de nuestra prueba, con diferentes gestos y obras, nos han expresado solidaridad».
La Navidad deja un mensaje fuerte a los discípulos del Dios Niño en Tierra Santa, según constató el patriarca. «Ante todo nos dice que como cristianos todas nuestras relaciones con los demás se fundan en el amor que abraza a todo el mundo, sin distinciones», explicó.
«Y después, en estos días difíciles –añadió el patriarca–, nos dice que somos testigos de Jesús en su tierra y que aunque vivamos una guerra, una Intifada, aunque nuestras casas sean demolidas, aunque seamos heridos o asesinados, y nuestras ciudades y aldeas asediadas, Dios quiere que seamos cristianos aquí».
Al final, el patriarca recordó la inminente clausura del gran Jubileo y anunció que será celebrada por el enviado del Papa, el cardenal Roger Etchegaray, presidente del Comité vaticano para el año santo, el 2 de enero.
De este modo, repasó los grandes acontecimientos que han caracterizado el Jubileo: el Sínodo de las Iglesias católicas de Tierra Santa de todos los ritos y la peregrinación de Juan Pablo II.
«Él nos trajo un mensaje de justicia y de paz, pero ha sido como el grano que no puede dar fruto si no cae en tierra y muere», explicó Sabbah.
«La prueba actual –añadió– es el tiempo de la muerte y de la maduración de este mensaje, que traerá sus frutos en la vida cristiana y ecuménica, en el diálogo entre las religiones, en las relaciones entre nuestros pueblos».
De modo que la esperanza de los cristianos no ha quedado asfixiada. El patriarca lo reafirmó con fuerza en la homilía: «Que podamos con la gracia de Dios revivir la próxima Navidad con más paz, justicia y dignidad humana».
En la noche de Navidad las armas no callaron en la región. En los Territorios Ocupados y en la franja de Gaza se pudo escuchar el eco de disparos protagonizados por palestinos y tropas del ejército israelí. Ahora bien, ese domingo terminó sin víctimas, algo que no sucedía desde hace varias semanas de enfrentamientos.
343 palestinos (entre los que se encuentran 13 árabes israelíes) y 39 israelíes han muerto en los últimos tres meses víctimas de la violencia que se desencadenó a finales de septiembre.
Belén había preparado las festividades de la Navidad del Milenio del año 2000, que debían impulsar la reconstrucción de los territorios palestinos, asfixiados por la crisis económica y social. La violencia ha roto en pedazos este sueño que había sido propuesto, en primer lugar, por Juan Pablo II, al publicar en 1994 la carta apostólica «Tertio Millennio Adveniente», para preparar el gran Jubileo.