CIUDAD DEL VATICANO, 17 dic 2000 (ZENIT.org).- La entrega del árbol navideño que despunta en el centro de la Plaza de San Pedro ha estado lamentablemente acompañada por la polémica y algunas manifestaciones callejeras.

Diversas instancias políticas, así como ideologías contrapuestas han tratado de transformar la visita del gobernador de la región austríaca de la Carintia, Jörg Haider, nacionalista y contrario a la inmigración, en un escándalo para la Santa Sede.

Ahora bien, la elección de la Carintia como donante del árbol para la Navidad 2000 fue hecha hace tres años, cuando el gobernador era Christof Zernatto.

Como ha explicado en una entrevista a un diario italiano el secretario de Estado cardenal Angelo Sodano: «Hay que distinguir entre el error y el que yerra. (...) La Carintia es una gran región de profunda religiosidad. Llega una delegación con el obispo, con el gobernador. Está el alcalde de Klagenfurt, hay autoridades académicas de las universidades, además de numerosos representantes locales. Miremos con qué serenidad han pasado por Roma delegaciones de todas las tendencias. He visto con profunda edificación cómo el pueblo romano ha rendido honores a los parlamentarios de todos los partidos, de todas las tendencias, jefes de Estado de todas las formaciones que han venido al Vaticano durante el Jubileo de los parlamentarios y de los políticos».

El secretario de Estado se refería a visitas como las de Fidel Castro al Papa.

Pero lo que es más significativo es que un día antes de que Jörg Haider llegó a Roma, el Santo Padre presentó su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz en el que condena la xenofobia y el racismo, al que pueden conducir las «estrecheces de espíritu» de quien cultiva «el sentido de pertenencia con tonos de autoexaltación y de exclusión de la diversidad».

El Santo Padre aprovechó un breve encuentro con la delegación de la Carintia, que tuvo lugar ayer, para subrayar el mensaje espiritual de la Santa Navidad. Recibiendo a los 250 delegados de la región austríaca, al obispo Egon Kapellari, a todos los miembros de la nutrida delegación, presente el gobernador federal Jörg Haider, el Papa pronunció un discurso preñado de simbolismo navideño y, en especial, mencionando especial el significado profundo del árbol.

«Ya en mi patria amaba a los árboles», dijo el Pontífice. Y la visión del árbol en la plaza le trajo a la memoria las palabras de un poeta que considera los árboles como émulos de los predicadores, portadores de un «mensaje profundo».

«No predican doctrinas y recetas --ha citado el Papa-- sino que anuncian la ley fundamental de la vida».

Vida que el árbol, con sus cambios estacionales representa bien y cuenta su misterio «en la floración de la primavera, en la madurez del verano, en los frutos del otoño y en el morir del invierno».

«Por esto lo hombres desde los tiempos antiguos --observó Juan Pablo II-- han tomado la imagen del árbol para reflexionar sobre las preguntas principales de la vida».

La delegación de Carintia llegó ayer por la mañana al Vaticano poco antes de las 11, procedente del cercano Hotel Columbus de la Vía de la Conciliación, cerrada al tráfico, y bajo un sol luminosísimo que daba vida a los 33 metros del abeto austríaco, cuya oferta a la Santa Sede --ha subrayado Juan Pablo II-- había sido acordada hace tres años.

Justamente los símbolos del nacimiento y del árbol de Navidad, considerados en su conjunto, han sido la ulterior fuente de inspiración del Papa.

La costumbre de ponerlos uno junto al otro en las casas --dijo el Papa-- alude a la imagen del paraíso, del árbol de la vida, junto a la del árbol del conocimiento del bien y del mal. Recuerda la imagen del Adán de la creación y del nuevo Adán, Cristo, cuya vida se encierra entre el pesebre y la cruz. Arbol y nacimiento, por tanto, símbolos que casi condensan en sí la historia de la salvación.

«Del árbol del paraíso --concluyó Juan Pablo II-- vino la muerte, del árbol de la Cruz, resucitó la vida. Así el árbol pertenece al nacimiento, aludiendo a la Cruz, el árbol de la vida».

Al final de la audiencia, en la Sala Clementina, se distribuyó a las personalidades presentes una cincuentena de copias del mensaje del Papa para la próxima Jornada Mundial de la Paz. En el mensaje, publicado el jueves pasado con el lema «Diálogo entre culturas por una civilización del amor y de la paz», se incluye un llamamiento a la acogida de los inmigrantes y a rechazar la xenofobia.