Afganistán: La hazaña talibán de destruir el arte

Las dos estatuas de Buda, esculpidas en la montaña cercana a la ciudad de Bamiyan, realizadas en los siglos III y V, fueron destruidas siguiendo las leyes afganas que las consideran motivo de idolatría.

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31 mar 2001 (ZENIT.org).- Esta semana, funcionarios talibanes enseñaban a los extranjeros lo que quedaba de las dos estatuas de Buda, esculpidas en la montaña cercana a la ciudad de Bamiyan. Las esculturas, realizadas en los siglos III y V, fueron destruidas siguiendo las leyes afganas que las consideran motivo de idolatría.

Como informaba la agencia «Associated Press» el 26 de marzo, todo lo que queda de las dos imponentes estatuas de piedra arenisca son montículos de escombros. De 50 metros de altura, la mayor de las dos estatuas era considerada la más alta del mundo de cuantas quedan de Buda.

Los informes recogidos en la zona lo describían: «primero, destruimos la estatua pequeña. Era una mujer. Luego volamos a su marido, la estatua grande», dijo Abdul Haidi, el comandante talibán que supervisó la aniquilación.

La destrucción de las dos estatuas no solamente suscitó las protestas de los países budistas, sino también las de los islámicos; estos últimos lanzaron llamadas a los talibanes para que absolvieran las estatuas, alegando que su presencia en Afganistán no ofendía al Islam porque no se les rendía culto desde hacía mucho. Hasta el más cercano aliado de Afganistán, Paquistán, pidió la protección de las estatuas.

En la mente de los talibanes

Muchos han especulado durante las últimas semanas sobre los motivos que están detrás de la destrucción de las estatuas. Algunos piensan que las sanciones impuestas por Estados Unidos y la ONU han irritado a los líderes talibanes y que ello ha provocado una explosión de cólera. Otros apuntan a una interpretación radical del Islam seguida por los gobernantes afganos, afilada durante años de fieros combates contra la invasión rusa y los rivales internos.

« Newsweek» (2 de abril) cita al mullah Nooruddin Turabi, ministro de Justicia del régimen de los talibanes, quien, al preguntarle un periodista por la decisión de volar las dos estatuas, simplemente comentó: «Hemos obedecido el mandato de Alá de destruir los ídolos». Sin embargo, parece que no todos los talibanes están de acuerdo. «Newsweek» cita a un funcionario talibán anónimo que decía: «habría sido mejor si hubieran matado a mi hijo en lugar de destruir nuestro patrimonio».

«Newsweek» observa otras decisiones recientes de los talibanes que reflejan un deslizamiento hacia posiciones más radicales. El líder supremo del régimen de los talibanes, el mullah Mohammed Omar, proclamó un edicto en enero exigiendo la muerte de cada musulmán que se convierta al cristianismo o al judaísmo. Posteriormente, una semana después de la demolición de los budas, las autoridades talibanes prohibieron la celebración de Nauroz, el Año Nuevo afgano, alegando que era una costumbre de infieles.

El «Wall Street Journal» del 20 de marzo, informaba que musulmanes moderados y estudiosos de otros países han declarado que los talibanes están en un error. La mayor autoridad musulmana de Egipto, el gran mufti Nasr Farid Wasel, se unió al destacado estudioso de Qatar, el jeque Youssef al-Qaradawi y otras personalidades islámicas, en una misión de emergencia para instar al régimen a que reconsiderara la decisión de destruir las estatuas.

Mientras tanto, un estudioso afgano de Estados Unidos, Amin Tarzi, acusa a los legisladores de su patria de aprovecharse «del analfabetismo y el desconocimiento de las enseñanzas tradicionales islámicas». El profesor Anis Ahmed de la Universidad Islámica de Paquistán indicaba que algunos principios proceden de la interpretación literal del Corán, el texto de las revelaciones del profeta Mahoma. El profesor Ahmed añadió que «cuando se toman las cosas al pie de la letra, se llega al extremismo».

Según el «Wall Street Journal», el mundo musulmán en su mayoría ha rechazado a los talibanes. La Organización de la Conferencia Islámica rehusa admitir al régimen afgano y solamente tres de los 56 países miembros (Paquistán, Arabia Saudí y los Emiratos Arabes Unidos) lo han reconocido.
Incluso vecinos, como Irán, cuya revolución de 1979 dio impulso a los militantes islámicos de todo el mundo, en su mayoría chiíta, rechaza a los talibanes, aunque esta hostilidad proviene de la acusación a los talibanes de perseguir a los chiítas musulmanes afganos. La mayor rama del Islam, la sunnita, es predominante en Afganistán.

La palabra «talibán» significa estudiantes, y gran parte de los seguidores del movimiento talibán asistieron a escuelas islámicas conservadoras en Paquistán cuando se refugiaron allí durante la ocupación soviética de Afganistán, de 1979 a 1989. Muchos estudiaron en Dar-ul Uloom Haqqani, en Akora Khattak, uno de los mayores campos musulmanes de refugiados en Pakistán.

El régimen de los talibanes sigue la severa escuela Deobandi, llamada así por Deoband, una ciudad india en la que mil estudiantes de diversos países aprenden a enseñar y dirigir mezquitas en la influyente escuela coránica, creada hace 140 años, Dar-ul Uloom.

Entre las leyes talibanes, seguidoras de las tradiciones islámicas fundamentalistas, que muchos creyentes no ven como exigencias de la propia fe, está la prohibición de todo tipo de música, excepto las canciones religiosas que, de todos modos, no pueden acompañarse de instrumentos.

También están bajo prohibición televisión, películas y videos. Soldados armados con rifles obligan a los hombres a ir a la mezquita. Y las bolsas de papel son ilegales, por temor a que el papel reciclado contenga copias del Corán desechadas.

Las protestas internacionales sobre la decisión de destruir las estatuas no parece haber tenido ningún efecto sobre los talibanes. El «Washington Post» del 20 de marzo decía que, diez días después de empezar la demolición, las autoridades sacrificaron cien vacas y distribuyeron la carne a los pobres como parte de un ritual islámico de expiación. El sacrificio animal, declararon los talibanes, busca el perdón de Alá por haber tardado más días de lo previsto en destruir las estatuas.

Según «The Times» (23 de marzo), la radicalización de los talibanes se explica por el creciente dominio de los guerreros conectados con Osama bin Laden -el terrorista internacional buscado por Estados Unidos en relación con varios atentados- que parecen haber tomado el control después de la marginación de los moderados en la última lucha por el poder.

Se sospecha que fueron los aliados del terrorista nacido en Arabia Saudita quienes ordenaron la reciente destrucción de las antiguas estatuas budistas de Afganistán, según informa «The Times». Algunas fuentes creen que el mullah Omar, que en el pasado actuó como árbitro entre los extremistas y los moderados, fue obligado a apoyar la línea dura que quiere que el régimen adopte políticas islámicas más radicales. De hecho, el último edicto del mullah Omar sobre las estatuas se contradecía con un mandato anterior, de 1999, que aseguraba la preservación de todas las reliquias del pasado.

La decisión sobre las estatuas se produjo en un momento en que los guerreros talibanes estaban presionados en el norte de Afganistán por las fuerzas rebeldes conducidas por Ahmed Shah Masood, que tiene el apoyo de Irán. El sentimiento anti-talibanes está también reforzándose en Kabul y otras partes del país a causa del empeoramiento de la economía después de una larga sequía.

Si esta interpretación es correcta, es posible que las cosas no mejoren en los próximos meses. Un informe del «Sunday Times» del 25 de marzo, afirmaba que Ahmed Shah Massoud ha pedido lanzar una nueva ofensiva que libere al país del control de los talibanes.

Tras la retirada soviética en 1989, Massoud salió perdiendo de los años de lucha entre facciones y ahora está prevaleciendo sobre las fuerzas talibanes en el norte de Afganistán, mientras que sus hombres controlan zonas de territorio cerca de Kabul, la capital. En una entre
vista concedida al «Sunday Times», Massoud deseaba romper el impasse militar con una campaña contra los talibanes en varios frentes.

Sólo unos días después, «The Telegraph» (29 de marzo) comunicaba que esta semana las fuerzas de Massoud habían atacado Bamiyan, la ciudad en la que los talibanes destruyeron las dos estatuas. Fuerzas del grupo étnico hazara leales a Massoud, están tratando de reconquistar Bamiyan. Los hazara, musulmanes chiítas, son encarnizados enemigos de los talibanes.

Según «The Telegraph», la amenaza más seria a los talibanes podría surgir en Afganistán occidental, donde se espera que el muy respetado comandante antitalibán Ismail Khan -que estuvo exiliado en Irán durante dos años- abra un nuevo frente

En medio de todos estos conflictos, la población civil sigue sometida a grandes sufrimientos, y ahora el vecino Paquistán está cerrando la frontera a nuevos refugiados. El panorama para los próximos meses parece sombrío.

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ZENIT Staff

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