El purpurado, arzobispo de la arquidiócesis de La Habana, invitó en su homilía a «vivir la realidad de nuestra fe con gran gozo y alegría» y dijo que hay «un Cristo que vive que no es solamente imagen guardada por los artistas en grandes óleos sino el Dios de cielo y tierra que puede transformar a los hombres todos».
A la misa asistieron miles de fieles y también turistas, los cuales habitualmente llegan al templo enclavado en el centro histórico de la capital cubana.
Como en años anteriores, las tradicionales procesiones del Santo Entierro y por la Pascua de Resurrección se celebraron en casi una veintena de localidades cubanas, media docena de ellas en La Habana y el resto en las ciudades centrales de Cienfuegos y Santa Clara y en las orientales de Camagüey y Holguín.
Las procesiones católicas fueron autorizadas por el gobierno cubano –después de una suspensión de casi cuarenta años– en 1998, tras la histórica visita del Papa Juan Pablo II a la isla en enero de ese año.
Desde entonces, el Viacrucis del Viernes Santo ha vuelto a salir a las calles con las imágenes de un Cristo yacente y de María Dolorosa seguidas por centenares de feligreses que recorren las calles que rodean los templos.