El Papa beatificará a un sacerdote que dio la vida por salvar judíos

Emilian Kovtch, greco-católico, será elevado a los altares en Ucrania

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CIUDAD DEL VATICANO, 27 abril 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II beatificará en su próximo viaje a Ucrania a Emilian Kovtch, víctima de la persecución nazi, que dio la vida para salvar a niños judíos.

La decisión tiene lugar después de que el pasado 24 de abril la Congregación vaticana para las Causas de los Santos reconociera oficialmente su martirio en un campo de concentración.

Emilian Kovtch nació el 20 de agosto de 1984 en la familia de un sacerdote greco-católico de un pequeño pueblo de Ucrania occidental. En la Iglesia greco-católica, de rito oriental, los futuros diáconos pueden elegir entre el matrimonio o el celibato.

Emilian Kovtch cursó estudios de teología en Lviv, y más tarde en Roma. Ordenado sacerdote en 1911, comenzó su trabajo pastoral en parroquias de Galicia (Ucrania) antes de ser enviado a atender a los ucranianos emigrados a Yugoslavia. En 1919 fue capellán de los soldados ucranianos que combatían contra las tropas bolcheviques.

En 1922 fue nombrado párroco en un pequeño pueblo a las afueras de Lviv, llamado Peremychlyany. La mayoría de los cinco mil habitantes eran judíos. Con su trabajo, la vida pastoral del pueblo cobró un notable dinamismo: organizó congresos eucarísticos, peregrinaciones, creación de grupos de scouts y de jóvenes estudiantes. En su casa siempre ofrecía acogida a los niños pobres y huérfanos, a pesar de que el padre Kovtch tenía ya a seis hijos.

Tras la invasión de las tropas nazis, los judíos comenzaron a ser perseguidos y exterminados. En ese momento, el padre Emilian Kovtch bautizó a los judíos en masa para salvarles la vida, a pesar de que estaba terminantemente prohibido por la ocupación.

Fue detenido en diciembre de 1942 y encarcelado. Varias personalidades, entre los que se encontraba el metropolitano Andrés Cheptytsky, quien entonces era cabeza de la Iglesia ucraniana greco-católica, hicieron todo lo posible para alcanzar su liberación.

Pero el padre Kovtch mantuvo su posición, como lo testimonia este pasaje de su interrogatorio ante un oficial de la Gestapo:

–¿Sabe usted que estaba prohibido bautizar a los judíos?
–Yo no sabía nada.
–Y ahora, ¿lo sabe usted?
–Sí.
–¿Seguirá usted haciéndolo?
–Claro que sí…

En agosto de 1943, el padre Kovtch fue deportado al campo de concentración de Majdanek. Allí siguió celebrando la liturgia eucarística y confesando. En una carta dirigida a sus hijos, escribió: «A excepción del cielo, éste es el único lugar en que quisiera encontrarme. Aquí todos somos iguales: polacos, judíos, ucranianos, rusos. Soy el único sacerdote. Cuando celebro la Liturgia, rezan por todos. Cada uno en su idioma. ¿Acaso no comprende Dios todos los idiomas?».

Según los archivos del campo de concentración, falleció el 25 de marzo de 1944. La víspera de su muerte, escribía a los suyos: «Ayer fueron ejecutados cincuenta prisioneros. Si yo no estuviera aquí, ¿quién podría ayudarles a pasar un momento como ése? ¿Qué más podría pedirle al Señor? No os preocupéis por mí. Alegraos conmigo…».

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ZENIT Staff

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